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68 ANUARIO MISIONAL licito emplear el adjetivo posesivo). Barrabás daba ejemplo a sus subordinados, apropiándose mi elástica; la chaqueta se la vistió el flagelador que con más brfo manejó el azote; y las demás prendas quedaron en poder de unos pobres dialblos. Con lo cual estaba yo aviado! ¡Bonito porvenir el mio! Con el traje completo no podía so· portar el horrible frío de 25 o más grados bajo cero. Qué iba a ser de mi en adelante? Ante la nueva y desconsoladora perspectiva era natural una más que regular medrana. Sin embargo no me amilané; más bien me crecl. Tampoco Jesús tuvo donde reclin11r su cabeza, y vino a ser de peor condición que las zorras del campo y los paja· rillos del bosque. Con este pensamiento y con los ejemplos de mis santos predilectos me mantuve sereno y animoso. Me parecía que no era yo, sino otro, el azotudo y despojado. 64-Transigiendo con Barrabás. Pero la misma serenidad y lucidez de juicio que en todo mo· mento me acompañaban, me hacían comprender lo indispensable y apremiante de algún abrigo o vestido, so pena de que aquel mismo dla se helara la sangre de mis venas. Era pues preciso recuperar a todo trance y a cualquier precio las prendas que me habían si– do arrebatadas. Por el momento no sentía frío a causa del eficaz vapuleo reciente; pero después? Aquí de la prudencia, maila y arte. Me volví a mis verdugos y atormentadores con el rostro más lindo, afable y sonriente y les estreché cariñosamente las manos, y aún les di las gracias por el favor que me habían hecho ayudándome a sacudir el frfo que me tenla agarrotado. cPero ahora, les digo, pa· ra conservar el calor que vosotros habéis desarrollado en mis es– paldas me hace falta algo de ropa. Y vosotros, tan amantes de la clase pobre, de los humildes y de los que sufren, me vais a negar este favor?• Esta salida mla, inesperada, festiva y humoristica fué muy celebrada y obtuvo los más dichosos resultados. Inmediata– mente me fué devuelta mi chaqueta. Ya era algo! Decididamente triunfaba de Barrabás. Este bribonazo, asesino por temperamento, insiste conmigo en que sin más tardar les apronte a él y a los su– yos el dinero por ellos exigido y por nosotros ofrecido como precio del rescate de los tres misioneros cai>turados. cLo prometido es deuda, le dije yo, y se os pagará escl"Upulosamente lo que todavia falta.• El.-Es que habéis de alladir a lo convenido este catálogo de medicamentos. Yo.-Ah, nol Eso nol No se os daré ni una boli· ta de quinina más de lo prometido. Y eso sean cuales fueren las amenazas que nos hagáis; sean cuales sean los tormentos que me
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