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ANUARIO MISIONAL 61 que indujeron a nuestro general a cambiar de chaqueta, tornándose de blanco en colorado. De vut:lta ya en King-yang algo he sabido sobre el particular, aunque no con la debida claridad. El jefe de la policía urbana de esta población me dijo que Wang-taHxi debía de ser el mismo que siendo coronel de los regulares hace próxima· mente dos ailos asesinó al pastor protestante de Pingliang, oriundo de Suecia, juntamente con otros dos personajes, norte-americano uno y japonés el otro. A los respectivos cónsules extranjeros les faltó tiempo para intervenir en el asunto, presentando sus protestas y reclamaciones ante el gobierno nacionalista de Nantxin, el cual ordenó que los asesinos fueran detenidos y severamente castigados. Los crímenes se cometieron cerca de Sianfu. He ahi cuándo y por qué se pasó Wang-tai-txi al bando rojo. 55.-A pagar tocan. Descendienteenlinea recta deBarrabás debla de ser nuestrocen· turión Liu·yuen-san, ladrón, salteador de1caminos, ratero, embus· tero, pérfido, cruel y salvaje asesino. A las órdenes de este hombre siniestro iban deslizándose nuestros dlas en la ladronera de Ping·t' ing·tsuang, sin que nos diéramos cuenta de lo que pasaba en el res· fo de la humanidad. Pregunto a unv de los cautivos cuándo piensv <¡ue será abonado su rescate¡ y me manifiesta que él y sus compa· ileros son semejantes a bestias robadas que no pueden ser recupe· radas por sus dueilos. A otro que padece de malignos ántrax le prometo las medicinas adecuadas en cuanto retornemos a nuestros casas en libertad; y me replica: cPiensas que saldremos con vida <le las manos de estos bandidos?•. Era ce! sempiterno adiós a la es· peranza•. Desdichado el que no la pone en Diosl Estábamos a ~ <le noviembre. Comienzan a molestar y atormentar a los prisionc· ros con verdadero ensailamiento. Un dia los privan de todo alimen· to, y al otro los someten a crueles flagelaciones, advirtiéndoles que asi serán tratados hasta que se obtenga el precio total de su re~-cate. Conmigo se mostraban todavla bastante benignos¡ sin duda en atención a lo que llevaban ya cobrado a mi cuenta. De manera parecida transcurrieron los restantt!s días del mes. Cuántas veces no vi a mis caros colegas llorando de hambre! Lo que a mi me ator· mentaba era el intolerable frio de la noche; y hubiera perecido sin duda a no haberme defendido con mis ejercicios gimnásticos. Ya en los primeros días de Diciembre se me acercaron exigiendo impe– riosamente el kuangtze, es decir., el dinero del rescate. Les dije< que yo no lo tenla. Porfiaron que se lo pidiera a los demás misio·
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