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60 A:-IUARIO MISIONAL capitán general de Lungtung en este caso. Parece que se limitó a decir estas palabras: cMis soldados nada pueden contra esa mana· da de lobos que se dispersa a la vista de nuestros fusiles y corren a esconderse en barrancos inaccesibles. El gobierno central debió dirigirse al brigadier general de Yengngan-fu, encomendándole la empresa de rescatar el misionero católico•. 53.-Convers ando con el farmacéutico. En la ladronera nos hemot. encontrado (nº. 43) con un ferma· céutíco protestante, natural de Ja provincia de Hupeh, hombre jo· vial, atento, y condescendiente. Habla sido educado bajo la direc· ción de un pastor protestante norte-americano. Le era bastante fa– miliar la geografía general y tenía algunas noticias ace1ca del mo– vimiento misional católico. Escribía en caracteres latinos con agra– dable caligrafía, y hablaba de un modo inteligible en algunos idio· mas europeos. Manifestó interesarse mucho por mi percance, y me pidió una Biblia. Le signifiqué que por el momento no tenla a mi disposición ninguna Biblia; pero que más tarde, ya en libertad, le procuraría una muy buena y más completa que las que él haMa en· tonces habla manejado, con sabias anotaciones y aclaraciones de Jos pasajes obscuros y difíciles del texto. Intenté contratarle para médico de nuestra misión. No pude sobornarle. Hablando en euro· peo me hizo algunas confidencias interesantes que no me hubiera hecho seguramente hablando en chino. Aquel ejército rojo que veí– amos en la ladronera, antes había sido ejér::ito blanco, y servido fiel– mente al gobierno nacionalista de Txiang·kai·xek. A causa de ve· rias irregularidades en la administración de la cosa pública y apro· vechando el descontento general provocado por el desigual reparto de bienes entre Jos soldados, éstos decidieron cambiar el color de su bandera, sustituyendo la blanca por la roja. Querían acabar con los ricos, y también con los pobres, despojando a Jos primeros y deparando a los segundos lo necesario y conveniente para una vi· dalmás holgada que la actual. Había que derrocar al gobierno cen· tral y a todos sus representantes en las provincias, para implantar en su lugar consejo de soldados y paisanos, en quienes estaba la verdadera y legitima representación chma. El ejército rojo al que servia en su calidad de médico farmacéutico iba de triunfo en triun· fo, y me seilaló los más ruidosos obtenidos hasta aqutlla fecha. Su jefe era Wang-tai-txi. 54- Por qué cambió de chaqueta Wan¡?-t&i•txi Mientras vivi en comunidad con los rojos no supe los motivos
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