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48 ANUARIO MISIONAL biemos de las naciones civilizadas garantizan Jos derechos de Jos .ciudadanos extranjeros que residen bajo su jurisdicción respectiva. Y a p~sar de los daños y perjuicios sufridos hasta ahora en aues· tras casas misionales, todavía estamos por recibir de las autoridades <hines la primera moneda en concepto de indemnización. Nosotros no ter.emos armas ni· municiones. La policía nos defiende como en su obligación; pero no nos entrega las armas. En cuanto a medici· 'l!as, tampoco tenemos de ellas ningún depósito. e-Que no tenéis <medicinas?, me interumpen.- Las compramos, nada más.-Y dón· de las comprais?-En Sang-hai. Y si aquino las hay, en Europa o es América.- Entonces...• Y vuelta a la gaita y al estribillo obliga· do. •Escribid a Europa que... etc. etc.• Y mientras no lleguen de Europa Jos objetos que a los rojos se les antoja pedir, aguarde us· ted sentado la hora de la libertad! Vaya una esperanza! En presea· .cia de Jos temibles hung·fxiung me dirijo a mis abnegados reden· tores y les digo: Ya veis que esto no tiene remedio en lo humano, y .hay que encomendar el negocio únicamente a Dios. Esta prisión mía no la considero como obra de hombres, sino como obra de Dios que .de estemodo castiga las culpas que he cometido contra él. Aquí me quedo yo bendiciendo su misericordia. Vosotros no os aflijáis; volveos tranquilos a Sanxelipú y decid a los padres misioneros que estoy muy bien; y a mis cristianos que sirvan con fidelidad a Tien· ízu, Señor de las alturas. • Los generosos embajadores, despoján· dose de sus chaquetas de pieles, me las ofrecfan con insistencia. No quise aceptarlas, aunque me hallaba en extrema necesidad. Los despedl cariñosamente, agarré una rama desgajándola de su árbol ,para que me sirviese de báculo al pasar los ríos y nos internamos ,por los bosques en dirección del sol naciente. 42.-Suspensión de mi huelga de hambre. Mi suerte estába echada. No había más remedio que conformarse con ella. Se sabia ya en toda la corporación que yo llevaba unos .cuantos d1as sin tomar ningún alimento, y se atribula a que yo ne· .cesitaba o exigía manjares especiales. ¿Qué quieres comer?, me in· terrogaban nuestros vigilantes. <NBda extraordinario, contesté; dadme patatas, manzanas, peras, un poco de pan, uvas, y cositas así... La carne, no se me da nada que falte•. Quedaron escandali· .zados por mis exorbitantes exigencias. Meneando sus c11bezas re· petfan mis palabras: manzanas, peras, uvas... , ja, ja; que se las mande su abuelita. Viendo que la huelga de hambre no me daba mingún resultado satisfactorio y que amenazaba acabar con mi arras·
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