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47 co; que traigamos la otra mitad; y además nos han formulado una. lista larga de nuevas peticiones por valor demiles de pesos quizá.– ¿De modo que no hay esperanza de libertad?.· Por el momento nin· guna.· ¿Cómo están en Sanxelipú?.- Todos bien.· Dios sea bendito." Contra estos azares y reveses de la vida me escudé de nuevo cor la perfecta a;egrfa franciscana y con el segundo grado de humildad del Santu de Loyola, y dije a mis redentores: ''Venid conmigo a don– de se halla el estado mayor, y sepamos Jo que dispone de mi en es– te c11so". Todos los comunistas se concentraron en la campa de Lingtxiamiao. Me ati::nde Kao-kang, coronel de caballería y spea· ker de la fraternid&d, el cual entre otras muchas cosas dijo en sus· tancia lo siguiente: estamos muy necesitados de dinero, de fusiles, de municiones, de medicinas y de otras cosas indispensables. Y es de todo punto necesario que tú te muevas a nuestra ayuda. Por el momento no Queremos tu sangre, sino los provechos que podemos obtener por tu medio. Tú tienes el apoyo del gobierno chino, como se vió cuando anteriormente fué incendiada Sanxelipú. Lo que no· sotros te quitamos a ti, el gobierno chino te lo devuelve por evitar conflictos internacionales. El dinero que nosotros queremos de ti, no es precisamente el tuyo sino el del gobierno chino, que es más nuestro que suyo. El cobra injustamente de los naturales del país enormes impuestos y contribuciones. Ese dinero no es de él; es nuestro. Nosotros por ahora no tenemosfuerza suficientepara obligar al gobierno a entregarnos lo que nos pertenece. Pero te tenemos a ti en nuestro poder. Y si él no accede a pagarnos lo que pedimos por tu rescate... tú verás •lo que es bueno•. Así habló Kao-kang; y Wang-tai·txi, y Liu-tze-ta y demás jefes rojos no hicieron más que confirmar la perorata del habladorazo coronel. El seling por su parte ailadió algunas palabras, haciendo resaltar los puntos más lu · minosos del discurso de l<ao·kang. •Sabemos-dijo· por los habitan· tes de Sanxelipú lo que sucede cada vez que hay un atropello ori– ginado por gentes extral1as: el Gobierno interviene siempre en fa· vor de la Iglesia. Vosotros tenéis a vuestras órdenes la policía ru· ral; disponéis de ella a vuestro antojo. Queremos inmediatamente sus armas con municiones y caballos•. Habituado ya a estos par· lamentos les repuse con toda cachaza: En todo lo que habéis dicho erráis de medio a medio. Del gobierno chino no hemos recibido ja– más ningún favor pecuniario, como tampoco de ningún otro gobier· no europeo ni americano. Obramos por nuestra cuenta y con recur· sos propios y con los que nos proporcionan los bienhechores. El go– bierno chino garantiza nuestros derechos al modo que todos los go-

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