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42 ANUARIN MISIONAL y pronto sucumbiré sin remedio.>-<E~pera todavía un poco, repu· so; creo que mañam. podrás regresar a tu misión. Y prosiguió: Tus dos compañeros, en cuplimiento de lo prometido, han efectuado alg(in envio; pero se han encontrado con los soldados enemigos a quient:S nosotros hemos derrotado, y éstos les han disuadido de llevar adelante su intento. Además esos ladronzuelos sin vergüen· za les han quitado varias cajas de cigarros que venían para nos· otros. Escribe a tus compañeros que nuestros enemigos han sido de· rrotados, y que no esperen nada de ellos; que manden acá Jo con· venido lo antes posible.• Ya se ve que los rojos estaban al tanto de lo que ocurría en derredor suyo. Las palabras del seling eran para mi una revelación de excepcional importancia. En adelante ya nadie podría decir ni pensar que mis compañeros de misión habían faltado a su palabra, enviando a los comunistas en vez de ropas y medicinas, balas de plomo por manos de los soldados regulares. Ya se adivina lo que con esto mejoraba mi situación. En cuanto a esctibir le signifiqué que no convenía ni era necesario. Temía naturalmente que mis car– tas me comprometiesen; ya que en el caso probable de un nuevo ataque de los soldados regulares podrían imaginarse los rojos que aquellos venían atendiendo a mi llamada. 37.-La expedición redentor a. ¿Qué pasaba entretanto en King-yang y Sanxelipú? Nada sabía a punto fijo; aunque algo podía barruntar de lo que me dijo seling en el descanso que acaba de mencionarse. Lo sucedido, según supe más tarde, fué lo siguiente: El P. Bartolomé, St!cundado eficazmen· te por fray Isidro, adquirió con mucha presteza parte de los objetos señalados como precio de nuestro rescate. No era prudente pagar· lo todo de una vez, porque eso sería tentar la codicia de los rojos e incitarlos a formular nuevas condiciones y demandas. Con el va– riado surtido que se reunió (telas, medias, zapatillas, gorros, taba· co, medicinas, pastas. etc) se formaron cuatro fardos de estilo pa· siego; y con ellos al hombro la expedición redentora presidida por fray Isidro partió de S11nxelipú, con orden de entregarlos a los jefes comunistas, y obtener, si era posible, con este primer envío la libertad del capuchino cautivo. El temple de esplritu de fray Isidro era admirable. Se dispuso a la empresa recibiendo con gran fervor los santos sacramentos, y haciendo un voto heroico; el de trabajar por conseguir a todo trance y a cualquier precio mi libertad y mi vida AUNQUE PARA ELLO FUERA MENESTER EL SACRIFI-

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