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30 ANUARIO MISIONAL 24.- Mí testamento . Puestas en orden las cosas de mi alma, había que ordenartam– bién los asuntos temporales. Entregué a Fr. Isidro las llaves de diversos armarios, dándole algunas instrucciones para adminis– trar la Misión durante mi ausencia. Al P. Bartolomé e ncomendé el cuidado de mis cristianos, como dizque hizo San Ignacio de Antio– quía éon San Policarpo. Y estrechándonos tas manos nos despedi– mos y nos pusimos en marcha, descendiendo ellos al valle y su– biendo yo cuesta arriba. 25.- Un momento de desfal lecimiento. Y al considerar que acaso ya no verla más a los d!os religiosos que desaparecían tras la colina, ni a los demás colaboradores nues– tros de Lungting, ni a los capuchinos de la provincia vasco-navarro– aragonesa, ni a los alumnos de nuestro Comisariato de Chile-Ar– gentina ni a mis hermanos y parientes, ni la adorada patria que Dios medió, ni las pampas de la Argentina, ni los fondos de Chi– le... sentí algo que me oprimía el corazón, y sin poder yo reme– diarlo lágrimas ardientes brotaron de mis ojos y corrieron por mi ro&tro... Los múltiples peligros que rodean al Misionero cautivo hacen que su rescate sea si no imposible al menos muy dudoso. Los hechos posteriores vinieron a demostrar lo explicable y excusa· ble de aquella crisis sentimental. Pronto recobré la calma y sereni· dad, acordándome de la perfecta alegría que describe nuestro Se– ráfico Padre, y de las enseñanzas de San Ignacio de Loyola sobre la humildad. De estos maestros de toda mi devoción aprendí a so– breponerme a todas las pruebas, contratiempos, pesadumbres y amarguras, conservando hasta el fin de mi cautiverio Ja tranquili– dad y alegría de espíritu. 26-Andanzas de fray Isidro No ful yo testigo presencial de ellas. Por eso cedo la palabra al P. Bartolomé. •Llegados a mi residencia misional no me preo<:u– pé sino de preparar dos jumentos que nos JJrestaron los cristianos. Se colocaron sobre ellos fray Isidro y un fámulo, y continuaron su viaje con la zozobra y prisa que se dejan t!ntender. Llegaron al pueblo (King·yang) muy entrada la noche. Pero sufrieron un grave contrati:\mpo. El pueblo está cercado de unos 12 metros de altura, y las puertas estaban cerradas. Aunque el fámulo explicó al centi· neis el ubjet<i urgente de su viaje, se negó a abrirles, por temor
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