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ANUARIO MISIONAL también estar bien documentado acerca del movimiento comunista en China. Pero qué era? Era que se habla apoderado en nuestra ca· sa de la correspondencia llevada allá por mi desde King-yang... Lo critico de nuestra situación no& aconsejaba ponemos al habla con los jefes. La estación misional de Sanxelipú habla sido saqueada, y no teníamos noticies de la Santa Infancia ni de los atropellos pro– bables de que hubiera podido ser victima; corrfe riesgo de malo– grarse todo el fruto de nuestro paciente trabajo si el misionero no volvlr. pronto a ocupar su puesto; las obras de Sintxiajo estaban en plena actividad bajo la dirección de Fr. Isidro; estaban ocupados en King-yang varios operarios los cuales no sabrían a qué atenerse no habiendo quien les diese órdenes. Ten poderosos motivos nos indu– cían a poner en juego todos los medios para obtener nuestra liber· tad; la de uno cuando menos, si no era pcsible la de dos o la de los tres. TrezamC's nuestro plan. Hablaría yo con el bandido carii\oso que nos acompailaba exponiéndole nuestros deseos de entrevistar· nos con el general¡ y él, nuestro custodio, no se negarla segura· mente a suvirnos de intermediario. Asf fué. Apenas alcanzamos a Lui-txia-miao se detuvieron todos; y los jefes sentados en cuclillas, nos hicieron llamar y nos invitaron a acomodarnos en idéntica pos– tura. No conociendo a punto fijo a ningún caudillo preguntamos por el principal. Nuestro conocido Wen·tei-txi nos replicó que ellos eren todos hermanos e iguales, y no reconocían por tanto ningún su¡>erior¡ y que como comunistas consecuentes todo lo tenían en común, aún la misma autoridad. ¿Pues con quién hemos de hablar? preguntemos.-Con todos nosotros, contestó. El seling nos repi· lió las mismas palabras que pronunció en la cueva; es decir, que ellos no eran ladrones sino comunistas, enemigos de toda religión, gente sensata y bien intencionada, honrada aunque pobre y nece· siteda de todo; actualmente les apuraba le falta de vestidos, de alimentos y medicinas. Escribid, nos dijo, a vuestros parientes, amigos o apoderados que os envíen para nosotros dinero o su equi– valente en e~pecie¡ y no hayais temor. Estas últimas palabras en· cerraban mucha miga. Era darnos a entender que nuestro cautiverio podía durar largo- tiempo¡ todo el necesurio para comunicamos con Europa para concertar el rescate. )Estábamos aviados! El seling, concretando más su pretensión, añadió: Entregadnos50.000dólares y volveréis inmediatamente a vuestra misión. El terceto de presos exclamó a coro: imposible, imposible, imposible! No disponemos de esa cantidad ni en China, ni en Europa ni en América. Nos pre· guntaron por nuestros socios capitalistas o procureC:ores. Había· mos previsto la pregunta y teníamos preparada la respuesta. •No
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