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ANUo\RJO 1\11$10~1\l. 25 corrido yo ambas regiones y sabia prácticamente lo que cuesta lle· gar hasta allá. Por fin, a eso de las nueve, tuvieron a bien ofrecer– nos sopas de txiaoml (trigo árabe.) Mis dos conmilítones apenas las gustaron. Yo les aconsejaba una y otra vez y les rogaba con insis· tanda que comieran, y que comieran sin duelo; y at1adiendo a la Una ml1-trablt rdtcclón dttpafl. dt 24 horas dt ayuno en ra patr;1a de 11 cue,·• de los rolos. palabra el ejemplo despaché prontamente varias tazas de sopa que me pressentaron. ¡Todo inútil! Sin ganas ni aun de agarrar los pa· lillos continuaban mustios y melancólicos, absortos en profunda me· ditaci\'ln. •Comed ahora que hay, que la jornada quizá será larga y no sabemos dónde cenaremos.• Como si barruntaran que pronto habían de verse en líbertad rehusaban aquel alimento astringente y requemado. Frey Isidro, con ágilesmeneos de cabeza, decía: •¡Vol· veremos sobre las mulas que nos han quitado. Qué gusto y qué descanso!• A lo que repliqué: •Contento con que vuelva en el co· checito de San Francisco•. Y sali profeta. 20.-Un alto en el camino. Las 11 de la mat1ana serian proximamente cuando nos sacaron de la cueva y nos obligaron a ponernos en marcha. Hicimos alto en una era (Huo·na·wa). Obedientes a las órdenes de la autoridad los prisioneros formamos un circulo y nos colocamos todos juntos a un
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