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ANUARIO MISIONAL 23 a referida fecha, intentaron los rojos llegar a Sanxelipú; y no logra– ron realizar sus intentos por haber sido descubiertos a tiempo por - la policía de la localidad. Pero a la tercera fué la vencida. Son in· verosímiles las caminatas que tuvieron que andar, las marchas y con· tra marchas que tuvieron que efectuar para dar oportunamente el golpe convenido. El día 11 de noviembre corrió la voz de que en los alrededores de Tung-tsuang, entre Sing-pu y Sia-ma-wan,me.rode· aba genfe maleante, y el jefe de policía de aquel lugar mandó el dla 12 un expreso a Sanxelipú con orden d~ que llegare aquel mismo dla a su destino, por ser urgentísima le misión que se le confiaba¡ pero el mensajero por lo visto no apresuró el paso todo lo qne con· venía; le sorprendió la noche y quedóse a dormir algunos kilóme· tros antes de Sanxelipú, llegando al puesto de policía de este lugar el día 13 bien entrada la mailana, cuando todo estaba ya en poder del ejército rojo. Los más sorprendidos por el ataque fueron los mis· mos policías, quienes lograron sin embargo ponerse a salvo sin da· i'lo de mayorcuantía, y aún sin perder sus armamentos. Cuando los presos pasamos frente al cuartel, ondeaba ya sobre sus puertas la bandera roja. El coronel Tzu, comandante de la policía, se salvó por milagro, luchando a brazo partido con dos rojos que trataron de su– jetarle. Si hubiera caido en manos de estos, irremisiblemente hubie· ra rodado su cabeza por el suelo, como rodaron en mi misma pre· senda las de otros semejantes suyos en el oficio, ' 17.-Cambio de domicilio. Tiene la palabra el P. Bartolomé: •A les 2 de le mañam1 sali· mos de la cueva primitiva todos los prisioneros, acompailados de los bandidos, sin duda para llevarnos a lugar más seguro. Murcha penosa y triste. Creímos que éramos conducidos a la muerte. El si· lencio era imponente. Nadie hablaba, por orden superior•. Sola· mente hablamos nosotros algo para comentar los hechos que en aquel momento se desarrollaban a nuestra vista. Nos parecia ver so· bre sus caballerías seres fantásticos y procesiones de brujos. Vimos también bastantes mujeres montadas sobre mulas y esnos, y pensa– mos: Si estarán bien organizados cestos rojos, que traen consigo hasta sus familias! Entre los animales que en sus lomos portaban aquellos siniestros bultos reconocimos a tres de nuestras mulas. Triste sino el de estas bestias cuidadas con tanta solicitud! ¿Pero la cuarta? ¿Qué se había hecho de mi nerviosa Cenicienta? ¿Se habrá escapado?. No, no se habla escapado; alll la traía su nuevo amo sin atreverse a montarla. Tan arisca y chúcaro se habla puesto mi Ce-
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