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16 ANUARIO ~USIONAI, 'frescas del vicariato de Yenanfú, y según ellas el Padre estaba ya en libertad, aunque herido en un brazo. Cu!dese bien, me replica– ron, no le suceda una desgracia semejante. Me despedí de t?llas -con una sonrisa. Lo cierto era que no las volvería a ver hasta pasa– dos dos meses de bárbaros sufrimientos que pueden comprometer la salud y la vida del más guapo y valiente. Salí cabalgando como -Oe costumbre sobre mi Cenicienta, una mulita ya célebre en toda aquella región por sus numerosas picardias, pero fina y ligera. Por el camino, todo estaba tranquilo en apariencia; en apariencia nada 111ás, porque en realidad h9bía espías por todas partes. En Sanxe– lipú me saludaron los numerosos cristianos que habían venido a misa, me tomaron la Cenicienta y rme aseguraron que no había nin· gún motivo de alarma. Una vez más creí que el fantasma rojo era obra de imaginaciones exaltadas v calenturientas. El P. Bartolomé recibía las salutaciones de sus feligreses, dichosos con su retorno, y fray Isidro se asociaba a nuestro júbilo. 10.- Fundación en proyecto. Reunidos en la ca'sa rectoral los tres misioneros, la conversa– ción recayó sobre Yuelou, lugar rnuy a propósito para plantar un nuevo jalón en nuestro avance misional. Los dos rectores abundá– bamos en las mismas ideas. Aquel valle alto y fértil, de población 1'elativamente densa, invitaba a edificar allí una residencia, desde fa cual podría atenderse ventajosamente a los cristianos de Lisue– jo, distantes unos 16 kilómetros, y ·a los de Eultxiasuang que mo· 'Tan más lejos a unos 70 kilómetros de Yuelou. Departiendo anima– -Oamente sobre este asunto y otros análogos transcurrió la tarde de "8quel memorable día 12. Cuán lejos estábamos de soñar en lo que .nos aguardaba una hora más tarde! 11.-El ataque nocturno. Quedo relevado de hacer aquí ur.a puntual y verídica narración de lo ocurrido en aquella trágica noche. Está ya hecha por el P. Bartolomé en su carta publicada en. •Verdad y Caridad>, febrero <!el presente año. A ella me remito: •El mismo día 12 de noviem– bre, domingo, ya de noche, cenamos tranquilamente. Estábamos hablando de sobremesa cuando oímos ruido de trotar de caballe– rías. Crelamos que algún criado habla dejado sueltas nuestras mu– las, y nos levantamos para ver lo que pasaba. Pero en el mismo instante entra el primer fámulo corriendo a medio vestir, con el espanto dibujado en el rostro y exclama: Los comunistas están en

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