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---- A:-;UARIO MISIO~'.:.A...:.I·'---------'-'- nos a mi y a mi criado, huían precipitadamente abandonando sus casas y campos, y se escondian en las grietas o hendiduras de los barrancos. Nos debieron de tomar por bandidos muy pdigrosos. Es de notar que hasta entonces yo hubh1 viajado por aquellos andn· rriales siempre a pie, llevando las cosa:, necesarias para la celebra· ción de la santa misa en un modesto jumentillo¡ pero esta vez, de· sechando de mi men1e el temeroso fantasma de los Jlwgs, iba con dos mulas. En estas andanzas por regiones descunocidus compren· di muy pronto que no había correspondencia en!re lo que había lei· <lo en los libros y lo que me en.ei 'aba la realidad, entre lo quecons· ta en los mapas y lo que estaba viendo sobre el terreno¡ y sobre todo (y esto es para mi lo más interesante) que la línea divboria de las pro· vincias deKansu y de Shensi no pasa por los lugdres que se índi· can en las geografías. Recorrí la parte superior del río Lo·ho, pa· sando por la laguna de Klntang. Es una meseta preciosa, espaciosa y fértil, y al parecer pacifica. Los dias que permaneci ali!, no vi sig· no cristiano, ni en los caminos ni en las casas, ni en lds pe1:,onas. Evidentemente aquel campo aún no había sido cultivado por nin· gún operario evangélico. Rogate ergo... Crucé la • gran muralla• por el meridiano 108. En Ta-yang·wen el P. Kler, misionero de las dunas o médanos, me recibió exclamando atónito: eVarón des· conocido, en qué lengua debemos hablartet• - • t::n le que quieras•, le contesté. Con efecto, aquel poliglota belga dominaba los idiomas chino, mongol, flamenco, francés, alemán, inglés. Escalé los gran· des cerros que sirven de diques de contención a los arenales de Gobi, y desde aquellas cimas pude contemplar los numerosos oa– sis del desierto, con sus puntos blancos que son templos católicos y semejan huevos de avestruz colocados en la arena. En Sia-kiao– pan, plaza fuerte misional, entré el mismo día que cumplía sus 84 años Monseílor Otto, antiguo Vicario upostólico de Kansu y deca· no de los obispos de China. El venerable ancil1nO predica todos los domingos, da clase de religión todos los días a las alumnas del co· legio de vírgenes que más tarde han de ser catequistas en las mi· siones rurales, y colabora activamente en diversas revistas de ca· rácter general que se publican en China . Dios conserve aún por mnchos ailos a tan santo y 'activo prelado! Siao·kiao-pan es un pueblo creado por misioneros y gobernado civil, militar y eclesiás· ticamente por ellos. Estaba yo conversando con S. Excia. cuando vienen a decirle que en tal sitio (y lo designaron con su nombre pro· pio) merodeaba uua tropa de malhechores, cuyo número no bajaría de tres mil. <Vigiladlos cuidadosamente• , ordenó el veterano obis·
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