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AL LECTOR ·On ha1 ta repugnancia por mi p~rte me he puesto a re· dactar este Relato. Créemelo, lector benévolo. A mis hermanos de hábito que me suplicaban con insistencia, rayana en importuna, que publicara algo sobre mis pri· siones contestaba con una profunde negativa. Yo recobré la liber– tad en enero, y hasta mayo no pensé en escribir ni une palabra so– bre el asunto. En este lapso de tiempo intervino la autoridad de los superiores, cosa para mí sagrada, y me era forzoso obedecer. Prefería yo que todo lo que digo en f'Stes páginbS quedara sepul· tado en el más profundo silencio, pues presumía que todo ello no ofrece para ti ningún interés particular, y er. tal caso no es conve· niente multiplicar ent.:s sin necesidad. Si este escríto sale a luz se– rá bajo la responsabilidad de los que ordenaron que se compusiera y se imprimiera. Yo apenas he leído memorias de otros misioneros cautivos; las habrá de seguro interesuntes y cautivadoras. Y si tú te has deleitado con la lectura de ellas, las miss forzosamente han de parecerte incoloras, insípidas e insignificantes. La obrilla que tienes entre manos no es una crónica completa ni mucho menos; es tan solo una desaliilada narración en borrador de algunos lances y aventuras en que ful actor o testigo presencial durante el tiempo que pasé cautivo en el ejército del Dragón Rojo. Para escribir una crónica menuda, puntual y exacta, haria falta lle– nar un grueso volúmen; tarea costosa para el escritor (a lo menos para mí, que no tengo humor ni vagar para acometerla,) y quizá enojosa al lector... Quédese pues en el tintero. Que Dios te bendiga, amigo lector. Y no dejt:s de rogur al Cielo por la conversión de nuestros queridos chinos. King-yang,-KANSU.-(CHINA) 18 de mauo de 1034.

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