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ANUARIO MISIOXAL 221 necesidad que se dejaba sentir, dedicándose a la medicina; pues si en tierra de ciegos el tuerto es rey, aquí donde no tenían noción alguna de medicina, el misionero europeo era para ellos un ser ex· traordinario y eminente por su ciencia y por su saber. Cuando nuestros misioneros adiestrados en la lengua china, se dispersaban a ocupar una estación misional, era tal el aislamiento en que vivían, considerados por los naturales como extranjeros in· tratables, que cada misionero hubo de tomar alguna iniciativa para romper tal aislamiento y captarse la simpatía del kansuano, y fué una maravillosa idea de atracción de muchedumbres diversas, el establecer un Dispensario, en el que todos los días de 10 a 11 de la mañana se curaría a cuantos se presentasen. •La nueva sala de consultas, escribe uno de los misioneros, se ve concurridisima. Los días de feria se forman verdaderas colas aguardando el momento de la cura. Los que vienen generalmente son hombres asaltados por los ladrones y que les han acribillado 11 navajazos o a palos. Hay algunos casos también de tiila, sífilis, ti· sis, hernias, malarias, tifus y otras parecidas. Continuamente tam– bién hay demanda de medicinas y para que les seamos más propi– cios nos dan huevos, sandí&s, frutas etc. etc. (P. Félix de A. Carta de 19-Vlll-31.) Podremos formarnos una idea de la rápida popularidad adquiri– dJ por los misioneros anotando, que si durante el año de 1931 fueron 6.060 las curas realizadas, en el arlo de 1933 ascienden a 38.107, y de seis visitas realizadas a enfermos en aquel ailo, son 338 los aten– didos en sus domicilios durante el 1933 por el caritativo y celoso religioso misionero, que realiza las curas más complicadas con re· sultados sumamente satisfactorios. Varios capítulos y muy extensos ocuparíamos relatando las maravillas obradas en medicina por nuestros Vblts. Hnos. Fr. Con– rado de Salinas y Fr. Francisco de Zabalza, quienes parece gozan de una gracia especiallsima para curar u los enfermos. _... De una carta de Fr. Francisco traslado dos hechos sorprenden- tes, y que sin duda ninguna en más de uno de los lectores produci· rá una mueca de incredulidad acompailada de cierta sonrisita de desprecio, pero ni los hechos pueden tener mayores garantlas de certeza, ni la curación de los mismos pueden ser mejor contrasta· do que por la gratitud y reconocimiento de esas mismas familias, que por estos favores han abrazado el cristianismo. ~Habiendo rea/1$ado una gira a Los cristianos del distrito de Sanselipú en compañia del P. Misionero Fr. Bartolomé de Puente, me ejercité un tanto en odo11tologla, extrayendo al-

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