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,\:¡\IARIO MISIO~AI. 21 asignada por el Consejo de Indias la renta anual de 150 pesos. A pesar de esto, la fundación de cada pueblo ofrecía se– rias dificultades económicas, como se deja entender. La cuestión de la escolta Cuando la Misión de Maracaibo perteneda a los Padres valencianos, residía en aquella región un empresario llama– do D. Juan de Chourío; el cual, con el titulo de poblador ha– bía estipulado con el Real Consejo de Indias un contrato com– prometiéndose a pacificar indios y a fundar pueblos, que se– rian civilizados y cristianizados por los misioneros. Dicho se– ñor de Chourío pagaba una escolta de 30 soldados que, man– dada por un capitán, hacia cada mes una correrla por el te– rritorio de los indios para mantenerlos a raya. Hasta la llegada de los Padres de Navarra a la Misión, el capitán, que lo era D. Juan de la Mota, cumplía exactamente su cometido a las órdenes de Chourío. Pero ni siquiera con esta diminuta escolta pudieron con– tar nuestros Misioneros de Navarra-Cantabria; pues el he– redero de Chourío. que lo iué D. Manuel García Peña, se negó a i:nantenerla con sus recursos. Desaparecida la gente de armas, los feroces motilones quedaron dueños del campo, provocando frecuentemente es– cenas sangrientas. El Prefecto P. Felipe de Cintruénigo hu– bo de elevar una solicitud al Rey Fernando VI pidiendo una escolta de doce o catorce soldados. Dispuso el Rey .que fue– ran doce soldados al territorio de la Misión , y que fuesen pa– gados por las Reales Cajas de Maracaibo. La Real Orden era de Enero de 1757. A los tres años, es decir, en Mayo de 1760 quedó supri– mida Ja escolta, porque el Gobernador de Maracaibo se can– só de pagarla. Acudió entonces el Prefecto a la Real Audien– cia de Santa Fe y al Virrey; y ordenó éste que la escolta fue– ra mantenida y pagada por Don Manuel García, amenazan– do al Gobernador de Maracaibo con una fuerte multa, si con– travenla la orden. De aquí se originó una serie de disgustos perjudicialfsi– mos para la Misión.