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150 AXUARIO MISIONAL todos a trabajar en aquel amplio campo de apostolado. Así se mostró el Rvmo. P. Angel de Villava incansable, hasta que la afección cardíaca que de antiguo le aquejaba, hizo su crisis fatal el ailo 1917, en Pamplona, donde murió a los 64 ailos de edad y 36 de vida religiosa y apostólica en bien de las almas y de la Orden. Padre Saturnino de Artajooa. Como si lo hubiéramos visto ayer, conservamos fresco en la imaginación el retrato de uquel simpático anciano de venerables barbas, que amenizaba con sus edificantes historietas y buen humor las horas de recreo en el convento de Pamplona, y recordamos aun la fervorosa exhortación que nos dirigió, a sus ochenta y un silos de edad. Nació en la villa de Artajona el día 5 de Diciemllre de 1835. Llamóse en el siglo Sabes lriarte Elorz. Fué ordenado de Sacer– dote el día 5 de Abril de 1862. Rigió en propiedad la parroquia de Muruarterreta, de la Diócesis de Pamplona. Al sobrevenir la gue– rra civil, siguió como capellán al ejército de Carlos Vil. El día de la sorpresa y derrota de Oroquieta, huyó a Francia. Y poco des– pués se resolvió a servir a un rey que no puede SE'r derrotado; y se retiró al convento de Capuchinos de Sayona, tomando nuestro san– to hábito el día 22 de Agosto de 1875. En Diciembre del 77 acompa– i1ó al Venerable Padre Adoain en una misión que predicaron en Ar– tajona. Y después continuó como auxiliar·y discípulo de tan apostó– lico maestro, en todas las misiones que este predicó hasta el ailo 1880, fecha de la muerte del Padre Adoain. Aleccionado en tan egregia escuela, el P. Saturnino se acreditó como uno de los más populares misioneros de Espaila, principalmente por Andalucía, donde obtuvo éxitos clamorosos de gran provecho. Residió en An– tequera, en SanU1car y en El Pardo. A fines de 1886 recibió orden de ir a las islas Carolinas como Superior de la primera exped!ción que se preparaba para aquellas misiones. Las noticias que entonces se recibían acerca del carácter de los indios salvajes, del clima, escasez de producciones, dificul– tades de comunicación etcétera, de aquellas islas, ernn para desa– lentur a cualquiera, mucho más a un hombre de 52 silos de edad, a quien no pueden entusiasmar gran cosa las arriesgadas aventuras con toda su poesía. Sin embargo el P. Artajona recibió la noticia como venida del cielo, sin expresar otro temor que el que le cau· saba su calidad de Superior. Y se dispuso para el viaje con la mis·
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