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do Ruiz. Los tres afirmaron que u las dos de la madrugada hablan sentido un fuerte golpe en la espalda y que creían era aviso de la muerte de eFray Miguelico.• Fué extraordinaria la concurrencia de todas las clases sociales que asistió a sus fanerales, acompañando el cadáver hasta el cemen– terio a pesar de la lluvia torrencial. Como los fieles solicitasen a porfía reliquias y retratos de Fr. Miguel, fueron muchos las que se distribuyeron; y que :iun hoy se guardan con veneración. Padre Fortunato de Liorno. Este venerable misionero llegó a Chile en 1861, cuando las Mi– siones de Araucania estab::n en todo el esplendor que les dieron nuestros hermanos de Italia. Ejerció su sagrado ministerio entre los infieles, hasta que a causa de su quebrantada salud, fué destinado al convento de Santiago. Restablecido de sus dolencias, hubo de quedarse, por disposición de sus Superiores en la misma ciudad, ca– pital de Chile, desde donde favorecla a sus indios más que si vivie– ra entre ellos. Muy pronto se atrajo la atención de Prelados, Clero y pueblo por su raro don de penetración de espíritus, y sus dotes sobrenatu– rales en la dirección de las almas. Por los años de 1870 la ciudad de Santiago sufrió el terrible azote del cólera. Al ver los horribles es– tragos que tal epidemia causaba, el Padre Fortunato se constituyó enfermero de los apestados, y consiguió establecerse en el lazareto P. Porlunato de Lforno público, donde convivió con los enfermos hasta que desapareció la epidemia. Lo propio hacia cuando la vi111ela invadía los barrios ba· jos de la ciudad; se instalaba en \os hospitales y auxiliaba con ex– quisita caridad a todos. Ante com– portamiento tan heroico, sentian todos gran veneración hacia él, y tenlanle como santo. Cuando sa– lla a ta iglesia y andaba por la ca– lle, los fieles pedlanle la bendición y presentábanle los niños para q.ie los tocara. Cuando en 1903 los capuchinos de Navarra- Cantabria ocuparon el convento de Santiago, et Padre Portunato se asoció a ellos, como