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144 ANUARIO MISIONAL Fr. Miguel de Cirauqui El Hermano Fray Miguel de Cirauqul, era designado comun· mente con el nombre de •Fray Miguelico>, ya por ser pequeflo de estatura, ya por su sencillez infantil. Nació en Cirauqui el día 5 de julio de 1841 , siendo sus padres Clemente Ros y Nicolasa Guembe. Su comportamiento desde la in– fancia fué muy ejemplar, viviendo con una piedad poco común. Desde los quince aMs de edad se sentfa llamado por Dios a la vi– da religiosa; y :se retiró al antiguo convento de Olite en que vivian algunos religiosos exclaustrados, que eran los Capuchinos Padres Morrás, Pío de Valtierra, Francisco de Viana y Patricio de Bara– soain; y los franciscanos Echeverría y Muru. Teniendo r.otícia de que en el antiguo convento de Capuchi– nos de Pamplona se establt>cia una Comunidad y que se inaugura· ba la casa en Agosto dt: 1879, se presentó al Venerable Padre Es· teban de Adoain, Vice-Comisario de los Capuchinos de Espafla, so– licitando el Santo Hábito, que vistió en el citado convento el dla 28 de Noviembre de 1880, siendo Maestro de Novicios el Padre Vicente de Tafalla. Destinado a las misiones de Araucania, se embarcó en Bur· deos con la expedíción dirigida por el Padre Pedro de Usún. Durante el viaje, se observó en cFray M rguelico• algo extraor– dinario. Et dla 18 de junio sentóse muy cerca de la barandilla del navio. Ante el bello espectáculo de la inmensidad del mar y del fir– mamento, quedó en profunda contemplación como fuera de sí. La nave cabeceaba 111uy violentamente y fray Miguel corría peligro de caer al mar. El capitán se acercó a él, avisándole a voces que se retírara. Pero nuestro religioso continuó absorto en su contempla· ción. Un joven pasajero natural de Gelicia, dibujó una caricatura que representaba al religíosc extático. Este trabajo fué publicado en el número 72 de eEl Mensajero Seráííco• correspondiente al mes de Agosto de aquel aflo. Fray Miguel fué destinado a Concepción, donde residió cinco aí'los, siendo muy popular por su extraordinaria piedad y por bU in· vida paciencia. Pasó después al convento de Los Angeles. Y allí, también era muy apreciado y venerado incluso por los anticlericales más signi· ficados, que gustaban de entablar diálogos con él. Gran parte de la noche y varias horas del día solía pasar en oración y ejercicios de piedad. Era muy devoto de la Sagrada Pasión y del Vía-Crucis, ~ue practicaba cuatro veces cada dia llevando sobre sus espaldas
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