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142 A.XUARIO MISIOSAL Ejercía laudablemente el cargo de Párroco y Arcipreste muy cerca de su casa nativa; pero contrariado por los disturbios de la guerra civil, concibió el propósito de retirarse a un convento de capuchinos. A principios del ailo 1874 se trasladó a Bayona y tomó el santo hábito el dia 22 de Octubre, en el convento fundado por el Padre fidel de Vera para los capuchinos exclaustrados de Navarra· Cantabria. Aquel convento fué la cuna de la restauración de la Orden en Espaila. De allí salió el Venerable Padre Esteban de Adoain para rehabilitar los conventos de Antequera y Sanlúcar de Barrameda en los cuales pudieron establecerse comunidades en los ailos 1877 y 78 respectivamente. Al de Sanltícar fué destinado nuestro P~dre Ustm, donde desempeíló el cargo de Maestro de Novicios; y poco después pasó al de Ollerla, de la Provincia de Valencia, con el mismo oficio y el de Vicario de la comunidad. Como la Orden prosperase en España, el Rmo. Padre Joaquín de Llevaneras, Comisario General desde Marzo de 1881, pudo or– ganizar varias expediciones de Misioneros para ultramar. Una de eilas fué la destinada a Araucania en 1889, y de la que era Supe· rior Regular el Padre Pedro de Usún. El día 14 de Junio se embar· có en el vapor •Johon Elder> en el puerto de Burdeos con los reli· giosos siguientes: Padres Gabriel de Adiós, Baltasar de Lodares, Casimiro de Alcira, José de Potríes y Calasanz de Manresa; y Jos Hermanos Antonio de Vidaurreta, Miguel de Cirauqui, Bernardo de Ochovi, Felipe de Santiago y Gabriel de Ador. Todos los Pa· dres eran jóvenes, excepto el Padre Usún que era sexagenario. El día 22 de Julio llegaron a Concepción, y ocuparon el estre· cho Hospicio que deberla ser base para la proyectada campails de la misión de Araucanla. Pero por causas, cuya explicación no es de este lugar, no llegó a realizarse el laudable propósito, y permane· cieron en el Hospicio de Concepción, que se convirtió en un centro de misiones volantes de magnificos resultados. Con diáfana since· ridad hay que decir que nuestro Padre Usún no era predicador. Pero su trabajo, aunque modesto en apariencia, era valiosísimo. En el convento de Concepción llevaba todo el peso del ministerio. Reorganizó y dirigió la Tercera Orden de San Francisco. Invertía diariamente ocho horas en oír confesiones. Asistla a los moribun· dos a cualquier hora de la noche o del dla. Daba con acierto sus conferencias catequísticas. Todo ello calladamente, sin alardes, ni asomo de vanagloria. Era estimadísimo por su humildad, porsu ca· rácter afable y por ~u don de consejo. En el 11ño 1891 intervino en la inauguración del nuevo convento de Los Angeles, que fué erigí·

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