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ANUARIO MJSIO~AL 133 gorio XVI. Luego se formaron dos expediciones que desembarcaron en Venezuela, la primtra el 15 de julio de 1842; y ta segunda el 16 del mismo mes, siendo más de cuarenta el número de Religiosos. Y al año siguiente en et mes de julio llegó otro grupo, con el que as– cendió a ochenta y uno el número de misioneros, casi todos capu– chinos. Con los del primer grupo y al frei:ite de tan nutrida expedi– ción fué et P. Ramón de Murieta, que había sido nombrado Prefec– to por el Rvmo. Padre Alcaraz. Et fin que se propuso et Gobierno venezolano fué •la reducción y civilización de indios errantes•. Asi lo expresó el mismo Gobier– no, el cual costeó el viaje de la mayor parte di:: los misioneros, com– prometiéndose a socorrer a cada uno de ellos con cuatrocientos pe– sos anuales, y a dejarles en completa libertad para dirigir y civili– zar a los indios. Pronto comenzaron las contradicciones. Y con ellas el calvario del P. Murieta. En contra de lo convenido, dispuso el Gobierno que los Misioneros fuesen destinados a regentar Parroquias, por ser muchas las que carecían de Sacerdote. El P. Prefecto opúsose a ello con energía. Mas el Arzobispo de Caraca~ apoy0 la disposición del Gobierno, alegando razones de salubridad de clima. Y los mi– sioneros no consiguieron la deseada autorización para ir a país de indios hasta mediados del siguiente año. Otra fuente de disgustos fué el empeilo del propio Gobierno en exigir que los misioneros se naturalizasen en Venezuela y jurasen la Constitución, si hablan de percibir los socorros que les habían sido prometidos. Estas y otras causas de parecida indole, hicieron fracasar las misiones entre in– dios, a pesar del celo de los misioneros, los cuales fueron obliga– dos a retirarse a las parroquias. Entre tanto el P. Murieta defendía con tal entereza y discre– ción Ju causa de las Misiones, que el Padre Alcaraz escribió haber sido su nombramiento de Prefecto, inspiración del Cielo. Vivía en el Seminario de Caracas, donde ejercia un importante cargo, sien– do además, director espiritual de las Religiosas Dominicas. En 1846, previa autorización del P. Comisario General y del Papa, intentó pasar a Guatemala con varios misioneros, acce– diendo a la petición del Gobierno de aquella república. Pero su tras– lado fué impedido por el Gobierno de Venezuela y por el goberna– dor eclesiástico. Además del P. Murieta, vivían otros varios reli– giosos en la capital, hospedados en casas particulares. Era anhelo de todos formar una comunidad. Y asi en febrero de 1847 solicitó el P. Murieta se les autorizase para reunirse en la antigua residen– cia de Padres Filipenses, que a la sazón estaba adminislrada por
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