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1.30 ANUARIO MISIONAL ni agregar ciudadanos a ninguna patria de aquí abajo, sino a la pa– tria de arriba. Lo contrario es peste infecciosa para la vida del apóstol; porque resulta en mengua de la caridad y en desprestigio de su ministerio ante aquellos a quienes deben evangelizar... • (Car– ta Apostólica, 30 Nov. 1919.) El Asia Menor, la Oceanía, Venezuela, Cuba, Ecuador, Gua– temala, Chile, no oyeron a nuestros Padres otras palabras que las propias del Legado de Cristo; ni víéronles foment..r otros intereses que los de las almas, ni velar por otros prestigios que los de la Igle– sia católica, ni levantar otra bandera que la Cruz. Ello constituye el mayor acierto en la actuación de los nuestros, y la mayor gloria de la Orden Capuchin>1, que los educó en Navarra-Cantabria. PP. Angel y Miguel de Pamplona Ambos ingresaron en la Orden muy jóvenes, tomando el hábi– to en el Noviciado de Cintruénigo: el Padre Angel en Noviembre de 1823; y el P. Miguel en Septiembre del 27. Uno y otro hubieron de despojdrse del santo hábito en el año 18~9. fecha en que, según se ha dicho, alcanzó a Navarra la ley de supresión de Conventos dada por el Gobierno de Madrid tres ailos antes. El Padre Angel tuvo que abandonar la residencia de Arbeiza; y el Padre Miguel el convento de Tudela, refugiándose en casa de sus respectivas familias , en la capital de Navarra. No hallaban so– siego en el mundo, ni acertaban a vivir sin el santo hábito tos que habían sido llamados por Dios para elevadas empresas sobrenatu– rales. Y as! en el mes de Mayo de 1842 reuniéronse con otros tres Padres en una estrecha residencia de la villa de Ustariz, diócesis de Sayona, que había sido preparada por el P. Fidel de Vera. Allí adoptaron un género de vida tan austero, que eran considerados como santos por el clero y los fieles de toda la diócesis. Habiendo tenido noticia de que en la Misión de Mesopotamia escaseaban los operarios evangélicos, solicitaron penniso de sus Superiores para trasladarse a aquel país. Y en Mayo de 1848 des– pidiéronse de la diminuta Comunidad, emprendiendo un penoso viaje de seis meses. El espíritu de los dos beneméritos religiosos era excelente, a pesar de las molestias de los viajes de aquel tiem– po y de la incertidumbre de su destino en país para ellos ignorado. Asi se ve en varias cartas suyas que tuve Is fortuna de hallar en el archivo de Capuchinos de Sarriá en el ailo 1925, entre los papeles desordenados del difunto Padre Joaquín de Llevaneras, Comisario que fué de los Capuchinos de España. Desde Ustariz escribía el Padre Angel a su familia en ·carta de

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