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ANUARIO MISIONAL 117 satisfechos de haber cumplido con una obligación sagrada. Su fraternidad. Sin duda alguna, los chamorros se escanda– lizarían observando aqui, en paises civiliudos, esta falta de frater– nidad, que separa y distancia miembros de un misrr.o· pueblo y a gente de una misma raza. Allí todos se consideran como verdade– ros hermanos en todo el sentido de la palabra, y comienzan por llamarse y tratarse con el hermoso y cristiano trato de <chelu-cho• (hermano mio): los chamorros se protegen, se ayudan y se socorren como verdaderos miembros de una mi~ma familia. En los bautizos, casamientos, entierros o construción de ca– sas, puede decirse que la familia interesada no gasta nada, sino que a veces queda todavía con dinero. He aqui cémo. Cuando se trata de cualquier caso de esos, los vecinos, los parientes y casi todo el pueblo va a entregar su cuota de un dolar. dos, cinco, diez o veinte (según el parentesco, amistad o posición) y a ofrecer además su concurso las mujeres para la cocina y los hombres para trabajar. Ahora, claro eslá, de la lista que haya hecho el interesado de Jo recaudado, tiene que ir devolviendo en la mis– ma forma y cantidad que él haya recibido; pero es en el curso de mucho tiempo, y según se vayan presen!E.ndo los casos. En el ailo 1918, el de la famosa gripe universal y de baguios en Guam, pudo observarse que en menos de 12 días estaban levan– tadas y arregladas todas las casas derribadas por el huracán, por el sencillo procedimiento de ayuda mutua, arriba indicado. Al dfa siguiente mismo del baguio, todos los vecinos, mujeres y hombrts, comenzaron a enderezar, reforzar y construir las casas que habían sufrido algún daño, que fueron casi todas, y al cabo de dos stma– nas los vecinos de lnaraján vivían ya en sus respectivos hogares. Ved si los sociólogos han podido inventar todavía un medio tan fraternal, positivo, eficaz y sencillo para la solución de los con– flictos de la vida. Esto es sencillamente la verdadera igualdad, la más edificante fraternidad y la realización efectiva del sublime ide– al, traído por Jesús a la tierra; •Amáos y se1víos unos a otros•. La ancianidad= Pocos paises habrá en el mundo donde se respete tanto la ancianidad. Vienen heredando los chamorros una gran veneración y respeto a los <sainas>, en cuya P.resencia los jóvenes no se atreven a discutir y menos contradecir. Un anciano, para el chamorro, es algo venerable e intangible, y ante él se incli· nan, como ante un sacerdote, para cufangñiñi• (besar la mano). Para muchos el permanecer invariables en su vieja religión, como dicen ellos, a pesar de las ofertas, predicaciones y apoyo, que Jos ministros protestantes ofrecen a tos sencillos chamorros, otedece

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