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114 ANUARIO MISIONAL cargo la Provincia Capuchina de Catalui'la, siendo el primer Vica· rio Apostólico el Rmo. P. Francisco Javier Vilá y Maten que, ago· tado por sus trabajos en la debida or¡?anización de los servicios re· ligiosos, murió el día 1 de Enero de 1913: muerte hondamente sen· tida por los misioneros, por los chamorros y por los residentes to· dos americanos. Su sucesor inmediato, Rmo. P. Agustin de Artesa de Segre ejerció su oficio apenas siete meses, pues a mediados del afio 1914, el Vicariato Apostólico de Guam fué encomendado a los P. P. Capuchinos de Navarra-Cantabria, y nombrado Vicario el Rmo. P. Joaquín Olaiz y Zabalza, consagrado en Pamplona el 30 de Noviembre del mismo arlo, y llegado a la .Misión !le Guam el día 30 de Abril de 1915 en compai'lla de los R. R. P. P. Hugolino de Gainza y Román de Vera; y del Hmo. lego Fr. Martín de Au.za. Actualidad social de Guam. Como ya dejamos apuntado, el año 1898 la Isla pasó a ser posesión del gobierno Norte·americano. que desde luego se propuso convertirla en puerto naval de primer orden: pero no pudo realizarlo por compromisos internacionales sobre armamentos: quedó, no obstante, establcida una buena esta· ción de carbón y petróleo para abastecer la marina mercante norte· americana entre San Francisco y Manila. Los súbditos de norte· américa son en Guam elemento muy consciente de civilización y de higienecon su carácter disciplinudo y su espíritu de trabajo: man· tienen bien su lema favorito de «Libertad• , y no ponen obstáculo alguno a la labor evangélica de los misioneros católicos, antes lo apoyan caballerosamente, aunque ellos sean protestantes. Junto al elemento gobernante y director de la ciudadanía vive el elemento te indígena, el chamorro, d~ raza micronesia, de tez clara, boca grande, ojos pequei'los y pómulos salientes. Es por naturaleza frugbl en la comida, constituida de ordinario por vejetales y frutas con su •morisqueta• arroz cocido sin sal ni grasa:esto es el pan diario. Gasta poco en indumentaria,aun después de haber dejado la costumbre salvaje de casi total desnudez en que le hallaron los primeros misioneros hace cuatro siglos. La casita del buen chamorro es un cubierto tejido con ramas de cocotero y sos· tenido sobre seis u ocho pilares: no tiene departamentos separados, sino un gran petate extendido que sirve de lecho común a toda la familia. Se adapta, no obstante, muy bien a la vida aseada y aun elegante de los europeos con quienes vive. Su carácter es dócil; está persuadido de su inferioridad ante los americanos a quienes considera dueílos del mundo, lo cual le retrae del íntimo trato: no les franquea su conciencia como al misionero, a quien ama y respeta.

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