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Ar\UAHtO /t\ISIONAI. 105 cuanto grande y provechoso se hizo allí desde 1902. Una señorita bonaerense, llamada María Luisa Calviño, devotísima de N. Sra. de Pompeya, pidió y obtuvo de Ella la curación total de muy grave do– lencia que había resistido a todo tratamiento médico. Agradecida, se sintió inspirada a intentar llevar al Santuario una gran peregrina· ción de toda la capital federal, cosa entonces fantástica al parecer, pero que tuvo magnífica realidad el día 4 de-julio de 190'2. Presidi· dos por el dignlsimo Arzobispo Dr. Dn. Mariano Espinosa, millares y millares de peregrinos, hombres y mujeres de todas clases socia· les acudieron al llamamiento hecho por el R. P. Agustín de Cáseda, capellán de la divina Virgen Pompeyana. Aquel éxito sorprendente fué la resurrección del Santuario y del antiguo fervor popular. Quedó establecida la peregrinación general anual de Mayo, para la súplica, y las peregrinaciones parciales de todos los domin– gos de Octubre. A una con la acción sobrenatural que se notaba a los pies de la Virgen Sma., el P. juan de Azpilcueta desarrolló una campaña intensa por la educación de los niños: nuestra escuela de N. Pompeya prosperó admirablemente bajo su abnegada dirección; consiguió reunir, en años sucesivos, hasta 300 niños de matrícula anual, y los exámenes practicados al fin de cada curso escolar por los delegados de Instrucción Primaria pusieron nuestra escuela de N. Pompeya en el primer plano de las Instituciones privadas de en– señanza, y iué citada repetidas veces como modelo en los Boletines Oficiales. El P. Mariano de S. Isidro consiguió del Prelado que fuera revocada la sentencia condenatoria provocada por los desaciertns de Broggi, y que ensombrecía el nombre de Jos P. P. Capuchinos. Desde entonces todc el mundo supo a qué atenerse sobre los desgra– ciados incidentes de 1.900; y más cuando el errático antiguo capellán intentó, en 1912, renovar el malestar arrebatando el Santuario, y cuanto florecía en derredor de él, a los P.P. Capuchinos españoles. El año 1904 la Curia Metropolitana erigió nuestro Santuario en iglesia parroquial señalándole como propios más de 25.000 feligre– ses que pertenecían a la dilatadísima Parroquia de San Antonio de Caseros: el P. Agustín de Cáseda fué el primer párroco de Pom– peya y el que continuó durante nueve aflos el apostolado ardiente en favor de todas aquellas barriadas que fueron transformadas moral y materialmente. Hoy florecen allá las Conferencias de S. Vicente, las Sociedades de Obreros, las Catequesis de niños, los Patronatos de la Infancia, la Adoración Nocturna con cuatro turnos de hombres y uno de niños Tarsicios, la •Acción Católica• y otras Asociaciones de piedad, todas agrupadas en torno de la devoción esplendorosa de la ciudad entera a Ja Virgen del Rosario de Nueva Pompeya. Y

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