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ANUARIO MISIONAL 101 la Misión y regresó a ella con otros tres Padres y cuatro Hnos. Asu llegada pudo recibir ti convento de Santiago que espontáneamen· te fué entregado a la Custodia por el M. R. P. Prefecto Apostólico Burcardo de Roettingen, facultado por decreto del 3 de julio de 1903 del Definitório general; fué nombrado primer Superior espailol el M. R. P. Lucio de Obanos con quien formaron fraternal comunidad seis Padres italianos, venerables misioneros, a cuatro de los cuales tuvimcs el honor y el consuelo de cuidar hasta su santa muerte; dis· tinguíase entre ellos el R. P. Fortunato de Liorna tenido por voz pública en opinión de santidad. El ailo 1904 murió en Los Angeles en opinión general de santo, nuestro hermano ír. Miguel de Cirau– qui, cuya memoria bendicen aún en toda la comarca del rio Bio-Bio y del río Laja. Para la mejor ordenación de cuanto tan prósperamente se ha· cía en ambas Repúblicas, se creyó convenientísimo que e.I M. R. P. José de Legarda, Ministro Provincial (1903-6) practicase en la Cus– todia la l.• Visita Canónica, en la cual empleó 6 meses, al cabo de los cuales, de regreso en la Provincia, emprendió la construcción de la Escuela Seráfica en Alsasua, favorecido por un pingüe legado re· cibido en Santiago de Chile para dicho objeto; asl pudo inaugurarse en Febrero de 1906 aquel seminario de vocaciones misioneras, gra– cias al cual se ha podido atender espléndidamente a las Misiones to· das de nuestra amada Provincia; desde aquella fecha hasta el pre· sente han salido de Alsasua 204 religiosos profesos; y han llegado al sacerdocio 148. La tendencia francamente favorable a las Misiones de la cus– todia se acentuó en la Provincia de Navarra·Aragón cuando el P. José, acabado su triennio, fué nombrado en julio de 1906 Custodio de las Misiones; entonces comenzaron las expediciones periódicas de personal; con él embarcaron para 'Chile-Argentina tres Padres y cuatro Hnos. en el mes de Septiembre. Así pudo reanudarse el ci· clo anual de misiones por c~mpos y parroquias. Es realmente con· solador palpar el bien inmenso que reciben aquellos rotos y huasos chilenos con las Misiones; cómo acuden a ellas desafiando las dis– tancias y la noche y el mal titmpo; el misionero tiene que adminis– trar todos los Sacramentos fuera del Orden: todos; reconstruir cris· tianamente familias y santificar uniones ilícitas, preparar a chicos y a grandes para recibir la primera Comunión y... seguir evangelizan· do, aprovechando la primavera toda y el otoño, para volver a los tres o cuatro años a pasar por los mismos campos y socorrer las ne· cesidades espirituales renovadas, que de otra manera quedarían de– satendidas.
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