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100 En los cuatro lustros y más que yo he vivido entre los fiel, s sud-americanos, mil veces he respondido en mi interior a estas pre– guntas negativamente; y en lo exterior no he encontrado Prelados, ni hombres sensatos seglares, ni párrocos, ni pueblos tan optimistas que crean haber pasado definitivamente el periodo misional en las naciones Sud-americanas, ni aún en las más prósperas y mejor adap· tadas a todos los adelantos modernos, como son las que nos ocupan, Chile y Argentina. Es tal la extensión del territorio nacional, tan enormes las distancias de los poblados, tan escasas las vias de co– municación interna, tan difícil el cultivo de las vocaciones sacerdo· tales, tan rudimentaria la cultura de la población rural, en una pala· bra, tan difícil poder llegar con la acción parroquial hasta los fieles por la falta de sacerdotes indígenas y por la dificultad de acudir a las más ele1nentales necesidades espirituales de los cristianos, que, sin los misioneros europeos, apenas podría mantenerse la cohesión moral-espiritual suficiente para la vitalidad del catolismo sud-ame– ricano. Ahora, y por muchos anos quizá, tendremos que acudir a . nuestras Misiones entre fieles para consolidar los avances entre infieles, para llevar los auxilios de la Palabra divina y de los S. S. Sacramentos hasta donde no es posible que llegue el celo parro· quial, apesar de la competencia y del espíritu de sacrificio del clero americano. Las indicaciones hechas aquí para determinar cómo se fijó nuestro ministerio por la insistencia en llamamos de Prelados y párrocos de las tres diócesis chilenas a principios de este siglo, de· muestran bien a las claras que esperan de nosotros coloboración efi– caz para afirmar la fe religiosa de los sud-americanos. V Nuestro ministerio entre chilenos por parroquias y campos Sigamos mientras tanto reseilando brevemente el desarrollo de la Misión de nuestra Provincia Capuchina desde el punto en que aceptó la plena responsabilidad de atender a Chile y Argentina. Al finalizar el triennio del Provincialato del M. R. P. Pedro de Usún ya habían llegado a Chile 16 Padres y 12 Hnos. Legos; en ese mis– mo periodo de tiempo se fundó el ailo 1000 el convento de Consti– tución, ciudad situada a oríllas del Pacifico, al Sur de la República de Chile. El P. Gabriel de Adiós acudió al Capítulo provincial del 3 de julio de 1903 en el que se le confirmó en su cargo de Custodio de
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