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ANUARIO MJSIONAI., 99 sílica, Escuela de Niños, Talleres de Artes y Oficios y una gran capilla al Niflo Jesús de Praga: de esta inflación sobrevinieron gran· des dificultades que a los P. P. Capuchinos genoveses se hicieron insolubles y les crearon ambiente de recelos y desconfianza pública confirmados por un Oficio de Ja Curia E. de Buenos Aires mandando rendir cuentas. Y como el Sr. Broggi se declaró insolvente, toda Ja odiosidad de Ja situdción cayó sobre los Padres que de buena f~ habían aceptado el compromiso primero. En esta situación se llegó a Ja inaguración de la Iglesia de Nueva Pompeya en 1900, hecha con gran solemnidad que no alcanzó a encubrir a los Sup. Provin– ciales la situación insostenible de Jos Religiosos, obligados por sen– tencia eclesiástica a responder de enormes sumas de dinero que Broggi había recibido. En consecuencia acudieron al Rmo. P. Gene– ral rogándole que alguna o~ra prnvincia de la Orden se hiciera car– go de Nueva Pompeya. Sucedía esto cuando Ja Provincia de Nava– rra-Aragón acababa de hacerse cargo de la Misión entre los fieles de Chile; el M. R. P. Pedro de Usún, requerido por el Definitorio General aceptó el pesado ofrecimier.to para salvar el honor del san– to hábito en Buenos Aires, y en Enero de 1002 ya estaba en Argen– tina la primera expedición de Capuchinos españoles bajo las órde· nes del R. P. Guillermo de Morentin, antiguo y fervoroso misione– ro que había soportado grandes trabajos apostólicos en Ecuador y Colombia, pero que muy pronto, enfermo de cuidado, regresó a Ja Provincia y fué inmediatamente sustituido por el R. P. Mariano de S. Isidro cuyo tacto, paciencia y habilidad lograron dominar Ja si– tuación odiosa hasta entonces sostenida por Broggi, y recobró to– talmente la confianza de la Curia arzobispal y de la sociedad entera bonaerense. Del culto de la Virgen Sma. del Rosario hízose cargo el celosísimo P. Agustín de Cáseda, y al frente de la Escuela gra– tuita de Niños estuvo desde el principio el R. P. Juan de la Cruz dé Azpilcueta. As! se planteó inmediatamente la nueva favorable y fecundlsima misión de los Capuchinos de Navarra-Aragón en la Argentina. Llegados a este punto de nuestra resefla histórica, no resistimos a la tentación de prevenir un reparo no pocas veces opuesto al apostolado de los misioneros europeos en las regiones plénamente civilizadas de Sud-América. Estando florecientes las 18 Naciones nacidas de España, y reguladas política, comercial y socialmente como las Naciones del viejo mundo, ¿no cuentan ya con todos los medios de evangelización conquistados por Ja Iglesia católica jerárquicamente constituida? ¿No está ya todo en marcha sin que Jos misioneros hayan de gastarfuerza y número tan necesa– rios en regiones aún sin civilízar?

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