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PRÓLOGO. Suele ser achaque de los prólogos lle– var aparejada. una defensa de la obra que encabezan ó una censura más ó menos encubierta. de las que otros escribieron. No no s proponemos ni lo uno ni lo otro. No pretendemos lo primero, porque en nuestro humilde trabajo no hacemos más que seg uir las huellas de nuestros inolvi– dabl es y doctos maestros,• considerando que en obras de esta índole poco nuevo puede decirse, si no se entra en discu– sione s impropias de un tratado elemen– tal. No intentamos lo segundo, porque siempre miramos con respetuosa consi– deración todo trabajo que tienda á prÓpa– gar la afición á los estudio s literarios. • Nos referimos á los virtuosos é ilustrados catedrá· tices D. Manuel Milá y D. José Coll.