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-158- sus discursos razones sólidas y concluyentes, porque el carácter de esta oratoria es principal– mente la convicción. En cuanto á su moralidad, debe ser incorrup– tible para defenderá todo trance los caros intere– ses de la nación, sobreponiéndos e á toda conve– niencia de partido y más aun á las suyas propias. Cuando no animan la palabra del orador los pu– ros sentimientos de un acendrado patriotismo, fácilmente modifica sus opiniones, y defendiendo hoy lo que ayer atacaba, pierde su prestigio y cae lastimosamente en el l'idículo. Preceptos relativos á la forma del discur– so.-EI exordio suele omitit'se, y cuando se em– plea es breve y fundado generalmente en lo di– cho por los adversarios. De Ol'dinario falta la proposición que se suple por lo que se llama orden del dia; si es necesal'ia, se fijal'á con mucha claridad. La confirmación exige prue– bas convincentes, empleando unas veces argu– mentos positivos tomados de la ciencia á que se refiere el asunto, y valiéndose otras del argumen– to ad hominem y del ejemplo. El epílogo ha de ser corto, brillante y comedido para no ofenderá ]os adversar;os é inclinar su ánimo á la aproba– ción de las leyes que se discuten ó de .las refo1·– mas que se proponen. Modelos.--En la antigüedad Pericles, Demós– tenes y Esquines fueron en Greci1:tlos más céle– bres oradol'es, y en Roma Cicerón, Julio César, Caión y los dos Gracos. En los tiempos modernos ha llegado á gran al-

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