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-i4o/- forma para conquistar la benevolencia de los oyente~, los cuales al principio notan el menor descuido por el estado de sosiego y curiosidiid en que se hallan: 2.• Ha de ser propio, esto es, na cido del fondo del discurso: 3.• Debe tener una extensión proporcionada á la del discur so. El exordio puede ser de cuatro clases: natural ó simple, de insinuación (1), solemne ó pompo– so y exab rupto (2). Se llama natural ó simple, cuando el orador empieza á hablar de un modo sencillo y usual. Es el que más generalmente se emplea: puede se rvir de modelo el de la oración de Cicerón pro lege Manilia. De insinuación es aquel en que el orador procura atraerse el ánimo de los oyentes por medio de ciertos rodeos arti– ficiosos, cuando sabe que el auditorio está pre– venido contra él ó contra la causa que defiende, como se ve en el discurso de Cicerón pro Milo– ne: pomposo, aquel en que domina el estilo ele– vado por exigido la importancia del asunto, la solemnidad del lugar y la dignidad del orador, como el de la oración fi'rnebre de Bossuet á la muerte de la reina de Inglaterra: exabrupto ó vehemente es cuando el orador, excitado por la pasión, empieza su discurso con un rasgo de energ ia para arrebatar al auditorio que supone poseído de los mismos afectos que le dominan. Es de esta clase el tan celebrado de Cicerón en en su primera Catilinaria que empieza: Quous– qae tanclem etc. (1) Dellatln inllnuare, lntroduclraecon malla. (t) Dellalln u, ruera, J ah"u,tl, alnpreámbulo, derepente. ..,
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