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-<-i42- dose á los principios y lugares de donde nacen las pruebas, ha de dirigir sus esfuerzos á cop– segu ir que el público admita y practique sus verdades. El orador nece sita mu chos co noci– mientos generales parn tratar con acierto el as unt o de sus discursos, po1·que las ciencias e~– tán íntimamente relacion adas; ha de estudiarlo y abarcarlo en toda su extensión con templándo– lo bajo todo s sus aspectos y en todos sus deta– lles, para desvanecer cu alq uie r objeción y re sol– ver todas las dificultades . El orador debe ade– más estar bien enterado de la Dial éctica, (1) porque los recursos que és ta propo1·ciona son de gran va lor para conseguir que la verda d brille y el err or se desvanezca . Preceptiva referente á. las pruebas .-Llá– manse pruebas las razones que se emplean para demostrar la verdad ó la falsedad de un a cosa . Las prueb as que el orador elija para convence r han de tener las condi ciones siguientes: 1. ª han de ser sólidas, esto es, que tengan fuerza bas– tante para probar lo que se pretende: 2.ª propias del asunto de que se trata, po1·que de lo contral'io serían vagas y por lo mismo inútiles: 3.& opor– tunas, esto es, acomodadas á la capac idad y condiciones del audito1'Ío, parn que las comp ren– da sin esfuerzo y le convenzan fücilmente. Pero no debe el o rador emple ar la forma silogística, sino preferir como argumentaciones de gran efecto el entimema, epicherema, dilema, el (1) Del¡¡riego d.ialektiké, arte de dirigir bien el raciocinio.

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