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-138- cuandv el orador es conocido, pierden casi toda su impot·tancia. Aunque carezca de belleza físi– ca, podrá ser un pe1-fectoorador, siempre que no le acompai'íen defectos co1·porale s muy visi– bles ó un semblante repulsivo y asqueroso. La vo.1 es de la mayor importancia en el ejer– cicio de la oratoria; ha de ser sonora, clara, sua– ve y de una intensidad proporcionada á la ca– pacidad del lugar donde se habla y al número de los oyentes, á fin de que todos puedan oírle. La pronunciación es de tanto efecto en el discur so oratorio, como la declamación en el drama . Si es buena, da valor á un discurso mediano; si es mala, rebaja el mérito de un discurso notable por su fondo. La pronunciación ha de ser clara y distinta, acentuando debidamente las palabras y modu– lándolas $egún su valor y sentido para evitar confusión. La acción comprende los gestos y los adema– nes 6 movimientos del cuerpo, especialmente de la cabeza y brazos. La misma naturaleza dicta que la acción ha de guardar consonancia con la voz y con los afectos que dominan al orador, el cual ha de procurar que los movimielltos sean naturales y moderados, evitando lo mismo la afectación que la gl'Osería, porque la primera re– vela art ificio, la segunda una educación deficien– te, y las dos hacen que el orador caiga en el 1·i– dículo. Edqcación del orador . -De poco le servi– rían las condiciones naturales que hemos est u-
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