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DIÁLOGO O CHOQUE DE CIVILIZACIONES 133 rarlos de aquellos que no creen en lo mismo o de idéntica manera. Es la necesi– dad de un diálogo de religiones buscando un nexo común con claros puntos de encuentro. Algún autor, como Hans Küng, lo ha expresado de manera bastante gráfica y visible: "No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones" 11 . A la base de todo esto se encuentran las convicciones auténticas y profun– das que nos mueven a todos los hombres. Éstas son las que podríamos identifi– car como más importantes y diarias: las creencias en materia de fe, la familia, la sangre, la doctrina (creencias). Pero la paz y el encuentro no pueden estar basados en una ética ideal, tampoco en una paz de mínimos, ha de ir más allá. Ha de abarcar todo el ámbito de vida del hombre y de los hombres, todas sus experiencias, de encuentro y desencuentro. No pueden quedar flecos que lleven a posibles dicotomías, puesto que ahí se están abriendo fisuras irreconciliables. Por otra parte, esas fisuras, que son fruto de la falta de un auténtico diá– logo, cuando se crecen de manera significativa, cuando se convierten en reali– dades enquistadas, llevan a la guerra. Y ésta puede ser a diversos niveles. No podemos ignorar que la guerra y el enfrentamiento directo no es una salida, si no que se convierte en un estar dando vueltas sobre lo mismo, en no encontrar el lugar oportuno desde el que poner freno a nuestra realidad. La guerra siempre supone algo desigual, puesto que nadie intentará un enfrentamiento bélico con– tra aquellos que son de su tamaño. Así se explican las desigualdades a la hora de llegar a un enfrentamiento bélico armado. Por lo mismo, la guerra nuclear, si se llegara a dar, sería el fin de las civilizaciones y es ahí, en su misma fuerza, donde reside la defensa que los pueblos tienen contra lo bélico; en el hecho mismo de que nadie quiere provocar su propia autodestrucción. Pero las grandes divisiones son algo rotundo, que no deja a nadie impasible, por lo que además no es posible volver atrás. A este respecto es bueno, como ejemplo, recordar el nombre que dieron los norteamericanos a la operación contra Bin Laden y el gobierno de Afganis– tán. Es sumamente clarificador, desde esto que estamos diciendo: Libertad duradera y Justicia infinita. Ante este ejemplo u otros parecidos, podemos constatar que lo diferente viene siendo percibido como algo opuesto, como algo irreconciliable. Esta lectura sólo sirve para confirmar que en la contradicción no hay posibilidad de unidad. El choque de civilizaciones se convierte en una nueva manera de medir. Pone en jaque mate el eterno conflicto entre los estados, entendiéndolos como 11 H. KONG, Proyecto de una ética mundial, Planeta-De Agostini, Barcelona 2000.

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