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DIÁLOGO O CHOQUE DE CIVILIZACIONES 129 enriquecimiento mutuo. No entendiéndolo únicamente como condición natural de la historia humana, si no como talante que ha de mover e impregnar toda nuestra realidad y comportamiento social. No se puede negar que el factor intercultural es una constante que se impone en las relaciones internacionales, factor que, en la mayoría de las oca– siones viene estrechamente vinculado o determinado por lo religioso. No pode– mos seguir dividiendo el mundo y la realidad en dos bloques antagónicos, los ejemplos son innumerables: Occidente - Oriente Países pobres - Países ricos Primer Mundo - Segundo Mundo Primer Mundo - Tercer Mundo Países avanzados - Países subdesarrollados El mismo hecho de la división supone ya una exclusión. Es cargar al otro una etiqueta que le imposibilita para el diálogo y el crecimiento armónico, en definitiva para la integración. Sólo será posible un auténtico diálogo, en la medida que tengamos como horizonte de comportamiento la integración de los individuos como una parte de un todo, que no es otro que nuestra propia socie– dad. De esta manera A. Gómez afirma: "Es evidente que la inmigración conlleva el encuentro de culturas, de modos de vida que durante un largo proceso han de ir acomodándose desde la tolerancia recíproca que hace posible la convivencia. Pero la mayoría de los países europeos han mantenido durante mucho tiempo una política migratoria coyuntural desde una actitud cómoda, a medio camino entre el paternalismo y las necesidades de sus mercados de trabajo. La inmigración ha sido considerada como una fase más del proceso de descolonización, o como una consecuencia del mismo. De ahí que se haya ido retrasando la consideración del fenómeno desde la perspectiva de las condiciones de vida, de las relaciones sociales y de los hábitos culturales de los inmigrantes. La inmigración se ha abordado principalmente desde la óptica de los flujos laborales, y en Europa se puede hablar de una población extranjera en torno a los 23 millones de habitantes que se afanan por incorporarse a una vida normal!· zada a través del trabajo pero, sobre todo, tratando de participar en los ámbitos de convivencia, espacios de ocio y cultura que es donde las personas se reconocen como miembros de una comunidad, aunque tengan culturas diferentes. Las habili· dades sociales sólo se pueden adquirir en el encuentro y la comunicación que entraña compartir territorio y quehacer, inquietudes y aspiraciones. Pero cuando las condiciones de trabajo se convierten en causa de segregación, difícilmente se puede alcanzar una convivencia normalizada entre ciudadanos y ciudadanas por– que el recelo y, a veces, el rechazo surge donde hay discriminación, donde se pro-

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