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DIÁLOGO O CHOQUE DE CIVILIZACIONES 137 así como el modo en que ha de ser tratado este proceso desde la sociedad receptora. No basta el simple esfuerzo institucional, ni tampoco el personal, ambos han de ir estrechamente unidos hacia un mismo fin. De esta manera hay que utilizar todas las herramientas, y una muy singular es aquella que viene determinada por los valores genuinos propios, los que encontramos en ambos sectores de la sociedad. Desde la recuperación de los mismos es posible construir vías de encuentro y confianza mutua, de cara a un futuro ante el que no podemos permanecer impasibles. No cabe duda que para entrar en una actitud sincera de diálogo, es necesario formular y ordenar una serie de valores que han de acompañar la reflexión. Estos han de ser el resul– tado del estudio y búsqueda sincera de esos valores propios más genuinos, superando otras limitaciones que impiden el proceso de aceptación de aquel que lo vemos y etiquetamos como desconocido y diferente. Nos detenemos ahora en la identificación somera de los mismos, entendiendo que ellos nos pueden ofrecer luz y pautas concretas de comportamiento: - Autenticidad Supone la adhesión e implicación personal a un código moral, de ahí que signifique la integridad de la conducta de sus miembros que han de discernir entre aquello que está bien y lo que está mal. Supone, al mismo tiempo, la cohe– rencia personal de actuar conforme a aquello que se ha discernido, aunque suponga una limitación personal. De igual manera, ha de suponer una implica– ción personal que significa el saber responder a por qué se actúa de una deter– minada manera. Dicha autenticidad supone un proceso de confianza y de acep– tación en el que vamos creciendo de manera progresiva, ganándonos un lugar en el campo de la ética. Dicho valor deberá ser también promovido desde las diversas instancias que nos encontramos de camino, superando el riesgo de la manipulación del mismo, que lleve implícitamente a su infravaloración. -Respeto Hoy en día parece como que esta palabra ha caído en desuso, por el mismo contenido que lleva implícito, no se considera importante. Desde nuestro lugar de enfoque, que es el diálogo, supone la aceptación de la manera de pen– sar de los demás, el respeto hacia sus puntos de vista, que no han de ser en todo coincidentes con los nuestros. A este respecto, se impone una concepción más amplia del propio término para la comprensión y aceptación de otras cultu– ras, lo cual no puede suponer, de ninguna manera, que se acepte todo aquello que el otro considere dentro de su marco de respeto social y cultural. De esta manera nos lleva a la necesidad de fundamentar una ética social relativa y acep– tada por todos. No cabe duda que sí ha de quedar suficientemente salvada la intimidad y la autonomía del individuo en todo momento.

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