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560 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ respetado, sin haberse intentado siquiera el menor desacato contra mi persona, entre la multitud de más de dos mil almas. Me repitieron la misma respuesta con lo que también ratificaron otros varios de los acompañantes. 24. Sin embargo enderesé mis pasos así a la plaza hasta corto trecho adelante, donde encontré al señor Govemador que benía del quartel muy agitado, y entonces se le presentaron los alcaldes para persuadido que entrásemos a mi palacio para conferenciar sobre aquel lance. Y aunque yo insistí en ello, con tal que fuese muy brebe, y en el patio para no perder tiempo, al cabo fue presiso subir por la mucha gente que estaba allí congregada, quando en el momento nos vimos sercados con sinquenta hombres armados con uniformes. 25. Los alcaldes salieron inmediatamente a celebrar cabildo, quedándose allí el govemador, por que las gentes no le permitieron que fuese a precedir el ayuntamiento como lo solicitaba. A muy poco rato oímos grande gritería de un tropel de gente que se encaminaban con el regidor Don Juan Bautista Sagámaga, dando golpes descompasados por todas las puertas, quanto entró con el oficio para que el Intendente renunciase el goviemo, como lo executó sin demora, cesando el alboroto por un cortísimo rato. Pues de hay a poco vino el alcalde de 2º voto Don José Antonio Medina, con otro igual requerimiento para que hiciera yo la misma renuncia. A lo que contesté que pondría el goviemo al cargo de mi benerable cavildo, y además renunciaría la mitra en manos del rey nuestro señor, con la esperanza de que en virtud de sus benignos preces, disolvería Su Santidad el vínculo espiritual de mi Iglecia, como se reconose por mi contextación al cavildo secular 166 y por los oficios que pasé al eclesiástico con fecha de 17 de julio 167 , habiendo resivido con la mayor satisfacción el día 18 siguiente la respuesta de mi coro eclesiástico 168 , donde me pidió especial comición para todo lo consemiente al goviemo del obispado, entendiendo, como debía entender, que una semejante renuncia viciosa y nula por todos respetos, no lo podía autorisar para poder govemar bálidamente. 26. Crecieron los escandalosos hasta el último punto con las borracheras, que promobieron con el mayor dolor mío algunos pocos eclesiásticos, olvidados de la santidad de su estado. Pero mis congojas llegaron hasta la última extremidad, con el aviso que me dieron de fuera, de que pensaban obligarme, a que consagrase por obispo, a quien el pueblo tenía dispuesto nombrar, so pena (f. 7v) de coserme a puñaladas 169 • 27. Entonces me arrebató una sorpresa paborosa al ver a mi lglecia casi basilante en el último peligro de bolberse sismática, y penetrado mi corazón de la pena más dolorosa, como un pastor ligado de pies y manos, que mira la disperción de su rebaño al rugido de los lobos camiseros, tomé el único arbitrio pocible en aquellas 166 Corre a f. 1 º. 167 Corre a f. 2°. 168 Corre a f. 3°. 169 Oficio de Cochabamba a 2 de diciembre f. 116 buelta, en la cláusula subrrayada.

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