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524 MIGUEL ANXO PENA ÜONZÁLEZ había sido también capturado, llegando a La Paz el 11 de noviembre. Su caso resultaba especialmente singular, puesto que con la intención de salvar a la ciudad y evitar innecesarios derramamientos de sangre, viendo que la causa estaba perdida, había promovido ya el 6 de octubre la disolución de la Junta Tuitiva, por lo que inmediatamente Indaburu cambiaría también de bando, buscando ser él quien entregara la ciudad a Goyeneche y buscar su clemencia. Él mismo sería ajusticiado por los partidarios de Castro, que luego lo colgarán desnudo de una de las horcas que él había mandado levantar. Con todo, como ya hemos indicado, Murillo estaba convencido que su actitud había sido con el fin de defender los intereses del rey legítimo y para que aquellas tierras no fueran a parar a la Corona de Portugal. Su cambio de actitud nos habla de un hombre racional, que es capaz de anteponer sus propios intereses, buscando que todavía se pudiera salvar aquella ciudad que desde lo bélico había ya sido perdida, pero en la que era necesario que no se actuara con arbitrariedad y violencia sobre sus gentes, como era fácilmente predecible 70 . El detalle es realmente interesante, puesto que nos da cuenta de un hombre matizado, nada sometido a posiciones radicales y extremas, como los realistas pretendían hacer ver. Lógicamente, después de unas afirmaciones de esta índole, el paso siguiente era ya que comenzaran a aparecer dudas, temores y divergencias, que pronto derivarían en facciones encontradas. Así, por una parte, quedan aquellos que mantienen las posturas más radicales, encabezados por Medina y Castro; otros que buscaban una posible concordia y negociación, encabezados por Murillo; y un tercer grupo que, como en el caso de Indaburu, intentan aprovecharse del cambio radical que viven los acontecimientos. Ante este estado de cosas, parece lógico que la única salida posible era ya el derrocamiento de los revolucionarios, con la intención de recuperar el status qua. Desde los últimos días de octubre los inculpados se encontraban presos en la ciudad de La Paz. Los civiles en la cárcel contigua a la casa de gobierno, y los clérigos en el convento de San Francisco. El día 23 de diciembre el prelado, desde San Agustín de Tapacari, promulgaba un decreto por el que reducía a los clérigos al estado laical, privándolos para siempre de todo oficio y beneficio eclesiástico. Era la respuesta a una petición escrita, por parte de Goyeneche tres días antes, para que de esta manera se pudiera proceder judicialmente contra los clérigos encausados, pudiendo así pasar al brazo secular su jurisdicción, estando en la intención de Goyeneche aplicarles 7 ° Cf. "D. Pedro Domingo Murillo al Virrey del Río de la Plata. La Paz, 17 de septiembre de 1809", en Ibíd., f. 24r-v.
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