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512 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Imagínese, pues, cómo miraría la severidad ciudadana de esta República Municipal al muy alegre y voluntarioso Prelado D. Remigio de la Santa y Ortega, que (en 1809) hacia más de diez años ejercitaba su soberbia, glotonería, concupiscencia, desafuero y simonía, con otros vicios menores de usura y sus afines, chismosería y otra suerte de malignidades, sin practicar la confesión ni suscitar obras piadosas, antes mandando costear doncellas con sus rentas, vendiendo oficios y almonedando concursos, como si fuera encomendero y no pastor del Obispado, garañón y no casto ministro del culto, judío trapisondista y no piadoso limosnero; y si a esto se añade que violaba el Monasterio de las Concepcionistas para regalarse con profana música y otros entretenimientos jocogerundianos, invitando a estos sus postres (efectuaba las visitas después de las opíparas cenas en la Chacarilla de Potopoto, de donde, caballero en la bien gualdrapada mula, se entraba por la calle de las Teresas para rematar en la de las Concebidas) 30 . Como era lógico en aquel momento, La Santa tiene conciencia de que sus responsabilidades y compromisos no son únicamente los que se deducen del ministerio pastoral, sino también aquellos que venían encomendados y eran deducibles, en palabras suyas, por el "superior gobierno", en su vinculación y dependencia estrecha de la salvaguarda de los intereses del Rey 31 . En este sentido, no se puede olvidar que el nombramiento de los obispos, durante el Antiguo Régimen, en todos los reinos y provincias pertenecientes a la Corona de Castilla, dependía directamente del Rey, por lo que era lógico que sirvieran directamente al señor que los había promovido 32 y, además, tuviera plena conciencia de su obligación. Esto no quiere decir que La Santa fuera un dechado de virtudes, sino que como afirma Estanislao Just, el prelado paceño era un hombre vehemente, en la clásica comprensión hispánica, lo que demostraba especialmente en su rudeza de carácter y en una manifiesta inclinación al regalismo borbónico, que propiciará una actitud hostil hacia su propia 30 M. M. Pinto, "La revolución de la Intendencia de La Paz'', en C. Ponce Sanginés - R. A. García (recops.), Documentos para la historia de la revolución de 1809. l. La revolución de la Intendencia de La Paz en el Virreinato del Río de la Plata, La Paz, Alcaldía Municipal, 1953, 39. 31 Cf. BN, Mss. 13.150, f. 5r. Original. En el presente caso, que está fechado el 27 de octubre de 1808 en la ciudad de La Paz, escribe a Tadeo Dávila, gobernador intendente de la ciudad, para que mande retirar al visitador de la Real Hacienda, D. José González de la Prada, por su poca transparencia en la gestión económica. El detalle es significativo, puesto que además de la cuestión de velar por los intereses del soberano, el visitador es criollo. El prelado muestra estar implicado en toda la gestión de la ciudad, que él mismo expresa en esta carta, cuando habla de "los motivos que mi vigilancia y mi lealtad ha descubierto". 32 Acerca de este tema, cf. B. Comella Gutiérrez, "Los nombramientos episcopales para la Corona de Castilla bajo Felipe III, según el Archivo Histórico Nacional: Una aproximación", en Hispania Sacra 60 (2008) 703-733.

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