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ANUARIO DE ESTUDIOS BOLIVIANOS, ARCHIVÍSTICOS Y BIBLIOGRÁFICOS 507 hacen con el cuartel de Veteranos, arrestando a los oficiales y convocando al pueblo a la plaza por medio de campanas. Las consignas que se escuchan correspondían, lógicamente, con el motivo del alzamiento: ¡Viva D. Fernando V/11 13 Es en la casa del intendente para mantener una tertulia, y es allí donde son avisados de los tumultos que están teniendo lugar en la plaza, por lo que se dirigen allí y, poco a poco, toman conciencia de la situación, que el obispo describirá más tarde como "que había pegado la mina del alzamiento" 14 , de lo que él mismo dice no sorprenderse, aunque es cierto que está escribiendo a distancia de los mismos hechos. Después, el obispo y gobernador son trasladados a la residencia del prelado, siendo custodiados por "cincuenta hombres armados y con uniforme", mientras que los alcaldes se retiran para celebrar cabildo. En el mismo -que será abierto- piden que el obispo de La Paz Remigio de la Santa y Ortega y el gobernador intendente interino Tadeo Dávila, fuesen retirados de sus cargos. El cabildo abierto admitirá e incorporará al mismo, como representantes del pueblo, a Gregario García Lanza, Juan Bautista Sagárnaga y Juan Basilio Catacora, al tiempo que deciden destituir al intendente y a los oficiales reales, que son obligados a entregar las llaves del tesoro y, de igual manera, se procede respecto al capitán de la sala de armas, que es también forzado a entregar las llaves. Por su parte, los subdelegados de provincias son reemplazados por otros nombrados por el Cabildo y, por último, deciden suprimir las alcabalas sobre los comestibles y las manufacturas de los naturales. En lo que se refiere al procedimiento contra el Obispo y el Intendente, La Santa nos describe cómo se suceden los hechos: (...) a poco rato vino el regidor D. Juan Bautista Sagárnaga con un tropel de gente gritando y alborotando la calle y golpeando las puertas con desacompasadísimos golpes que parecía iban a echar la casa a tierra, traía el oficio para que renunciase el señor gobernador, se retiró con la respuesta y cesaron los insultos por un cortísimo tiempo, porque a poco vino el señor alcalde de segundo voto, D. José Antonio Medina, con igual oficio para que renunciase yo el gobierno de la diócesis; contesté que lo pondría en manos de mi venerable presidente y cabildo y que además renunciaba yo la mitra en manos del Rey nuestro señor, no dudando serían oídas sus soberanas, benignas preces por Su Santidad, y quien disolvería el vínculo espiritual que me ligaba. Supe por los que venían de la plaza cuanto ocurría en el cabildo por los representantes del pueblo. Los inicuos sacerdotes que con ollas y jarros de aguardiente iban embriagando a cuantos concurrían, y los obligaban a gritar cuanto se les antojaba profiriendo las más 13 Así lo relata el mismo obispo en varios testimonios. Cf. "Carta del Obispo de La Paz al Virrey de Buenos Aires. Cochabamba, 2 de diciembre de 1809", en Documentos para la Historia de la Revolución en 1809, t. III, 573. Tomada del expediente inédito que posee D. Bautista Saavedra, acerca de la traslación de la silla episcopal de esta diócesis a Puno. 14 lbíd.

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