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de toda Europa y América, donde las mismas personas son un vehículo de irradiación y de comunicación de primer orden. Parece bastante acertada la afirmación de Brufau, cuando sos- tiene que, “La Escuela salmantina no puede reducirse ni al ámbito del Estudio General de la ciudad del Tormes, ni a los coetáneos e inmediatos sucesores de Vitoria. Se extiende a las nuevas Universi- dades que surgen en tierras americanas, como México y Lima, y a las generaciones de profesores formados por los que lo fueron por Vitoria y las figuras egregias de primera hora como Domingo de Soto, y por los discípulos de los discípulos” 96 . La Escuela hace llegar sus ideas a infinidad de lugares, especial- mente por dos medios de divulgación: los manuscritos y la imprenta, que se convertirán en un vehículo conductor que no conoce fronteras. Salamanca es lo que es, precisamente por la fuerza de un orbe católico, donde la Monarquía Hispánica, juega un papel importante, que se hace todavía más fuerte con el Concilio de Trento y la implantación del mismo en la Iglesia católica, como respuesta hacia la Reforma protestante. De esta Escuela, a partir del siglo XIX , se suceden diversas lectu- ras, muchas de ellas con unos intereses preconcebidos y perdiendo el sentido auténtico que había tenido, que no era otro que la teología española del siglo XVI , con unos antecedentes y una evolución poste- rior. Estas diversas lecturas podrían haber creado un rechazo hacia la reflexión elaborada en Salamanca en esos años, en razón de haber sigo utilizada con unos intereses particulares. 118 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 96 J. Brufau Prats, La Escuela de Salamanca ante el descubrimiento… 123-124.
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