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192 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ las Sentencias de Pedro Lombardo, como venía propuesto en París 1 ' 1 , y como se ordenaría luego en Salamanca, con las citadas Constituciones de Martín V. Por lo mismo, retomando las palabras de Vázquez Janeiro, para Sala– manca y su Universidad «el siglo xv bien puede ser considerado como la pri– mavera o el amanecer de nuevos tiempos,. 15 , donde los hechos históricos que acaecen, especialmente a finales del siglo xv en la Corona de Castilla, han de ser puestos en relación con un entorno más amplio, considerando que en la relación de los mismos es donde surgen y se ponen en relación los campos del saber y de la ciencia, en los cuales hay novedades singula– res y significativas. La Teología, en este marco formal, que sigue siendo la ciencia primera del momento, no podía quedar al margen de estos hechos, sino que se producen frutos que se concretan en el desarrollo de una nueva comprensión de la Teología donde aparecen personajes tan significativos como el Tostado, Pedro Martínez de Osma, Sánchez de Arévalo, Alonso de Santamaría, Anaya Maldonado, Juan de Mella o Juan de Torquemada. Pre– cisamente, tres de éstos participarán en el Concilio de Basilea como teólo– gos: Juan de Segovia, el Tostado y Torquemada, cuya obra eclesiológica hizo época. Estos maestros, de igual manera que ocurrirá con los del siglo xvr, coinciden en trascender su entorno natural por el hecho de ser cono– cidos más allá de las fronteras de Castilla, lo que va estrechamente unido también a los grados que comienza a conferir la Universidad en aquellos momentos, y las relaciones que les permite la coyuntura tan particular que generan los Concilios de Constanza y Basilea. Por tanto, se trata de dos he– chos que se relacionan entre sí, produciendo un efecto impulsor hacia fuera de las propias fronteras. Salamanca, de esta manera, comienza a ser consi– derada como una realidad en los marcos teológicos, y no simplemente como una posibilidad de estudio al igual que lo era París. Por otra parte, no se puede olvidar que esto obligaba al mismo Estudio a cuidar y atender a los maestros, así como a su manera de enseñar, y al método para escoger a los más idóneos o a los que contasen con mayores apoyos institucionales. El fin de siglo, determinado por el año 1492, supone también un antes y un después en el contexto de las Coronas de Castilla y Aragón. Aparen– temente quedaba consumada la unidad de España, con la limitación de lo que puede suponer esta afirmación. No cabe duda de que la imagen de unidad aportaba fuerza y estabilidad para los reinos peninsulares y, al 1 · 1 En este sentido, no se puede olvidar que, a mediados del siglo XIV en París, un grupo de maes– tros seculares habían buscado apoyo en una filosofía más segura que la aristotélica, por lo que se orien– tarán hacia una filosofía de inspiración agustiniana, de corte secular, frente a las opiniones de regulares. Esta opción tendría un espacio propio en el campo teológico, que había quedado casi exclusivamente en manos de los regulares, por lo que los seculares se solían orientar hacia el estudio de Cánones. C.f Evangelista V!LANOVA, Historia de la Teología cristiana. !. De los orígenes al siglo xv, Barcelona, Herder, 1987, pp. 810-823. 15 Isaac VÁZQUEZ]ANEIRO, .. La Teología de Salamanca en el siglo xv...", op. cit., p. 172.

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