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222 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ posibilidad viable. A la muerte de Medina, en 1580, Báñez oposita a la cá– tedra de Prima, compitiendo con el agustino Juan de Guevara. En febrero ele 1581, después de una fuerte pugna, logra la cátedra el dominico per– maneciendo en ella hasta su jubilación en 1600. El maestro Báñez, al per– manecer casi veinte años en la cátedra, abría un espacio seguro para los dominicos en su lugar de referencia intelectual más significativo del Orbe, en aquel momento, al tiempo que daba estabilidad a la cátedra teológica más impo1tante del Estudio. Con gran acierto, mantendrá una intensa pro– ducción teológica que trazará el puente definitivo del tomismo de corte do– minicano, que se prolongará hasta bien entrado el siglo xx. En el campo intelectual y académico, Báñez ocupó un papel de primer orden en las disputas De Auxiliis, defendiendo la postura de su Orden con– tra los jesuitas, así como en diversas cuestiones de la vida universitaria, de las que interesa resaltar el pleito que comienza en 1581 entre la Universidad y el Colegio de la Compañía ele Jesús, respecto a las lecturas públicas en el Colegio para alumnos de la Universidad, coincidiendo en el horario ele las cátedras y que se prolongará durante diecisiete aüos. El conflicto radicaba en la pérdida ele audiencia ele las aulas universitarias y, cuando la A!Jna Máter toma cartas en el asunto, los jesuitas no renuncian a sus pretensiones. En 1582, cuando ya está bien asentado en la cátedra, sus superiores le encomiendan la tarea emprendida aüos antes por Bartolomé de Medina y que había quedado inconclusa: publicar un comentario completo a la obra del Aquinate. También en esta ocasión se trataba ele una tarea oficial, en– comendada por el maestro general. Sus comentarios debían ser preparados para la imprenta, uniéndose a los ya publicados por Medina, para que fue– ran de utilidad para los maestros y estudiantes de Teología 71 • A diferencia de Medina, comienza por publicar la Prima pars, lo que era lógico puesto que ésta no había sido editada por Medina, amén de que él sí había explicado toda la obra del Aquinate. Podemos intuir que este de– talle es una evidencia más de la existencia de un plan bien delineado y que exigía continuidad e, incluso, celeridad, lo que se pone de manifiesto en el hecho de que, en 1582, recibe oficialmente el encargo y en tan sólo dos aüos la obra está ya completa. No cabe duda de que Báüez contaba con una cualificación muy singular, así como el hecho de haber explicado y co– mentado ya toda la Sumnia, lo que le facilitaba enormemente elaborar ahora su comentario. La implicación directa de los dominicos de San Esteban en la publicación queda de manifiesto en el hecho de que tres ele sus obras, en estos aüos, pasan por la rotativa existente en el mismo convento, dando clara muestra ele la importancia que para ellos tenía la difusión de dicha obra y de la Teología en ella formulada. Por otra parte, el detalle de la im– prenta también nos hace caer en la cuenta de que los mismos maestros 71 Cf Domingo BÁÑEZ, Scbolastica Commentaria in Primam Partem Summae Theologiae S. Tbomae Aquinatis, Salmanticae, S. Stephanum Ordinis Praedicatorum, 1585, pp. 4-7.
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