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212 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ él mismo expone su opinión sobre el conflicto existente entre las líneas es– pirituales, insistiendo vivamente en el problema del lenguaje y del encare– cimiento, cuya importancia había sido crucial en aquellos años, llegando a distinguir entre el sentido propio y figurado, entendiendo que la raíz del problema radicaba en el diverso uso del lenguaje por pa1te de místicos y es– colásticos51. Es preciso recordar que su línea de pensamiento se había mos– trado ya con anterioridad en un apoyo de la Compañía de Jesús, y las fundaciones de los Colegios de Salamanca y Coímbra, lo que le situaba en el movimiento renovador en su sentido más amplio. Su lugar en la Hist01ia del Derecho del siglo XVI, por tanto, fue significativo, y Luciano Pereña, en su estudio preliminar a la edición del Comentario de cambios, del canónigo regular, del "Corpus Hispanorum de Pace", le dedicaba estas elocuentes pa– labras, que pueden ser una buena síntesis de su figura: Comentando la Bulla Coenae incorporó los principios de Vitoria sobre la guerra justa e interpretó la empresa española en América. Inicia la doc– trina del contrabando de guerra y señala las relaciones que pueden exis– tir entre el mundo cristiano y el imperio turco al criticar los tratados ele alianza de Francisco I con Solimán el Magnífico. Azpilcueta recordaba siempre que Alcalá le había educado, Salamanca le había hecho hombre y Coimbra le había engrandecido. Así mismo se consideraba un hom– bre universal. Había estudiado en Francia y España, enseñó en Cahor, Sa– lamanca y Coimbra, fue consultado por la Corte ele París, Madrid y Lisboa. En sus últimos a !l.os fue consultor permanente de la Curia romana. Y había recorrido otros países europeos. Este dato influyó extraordinaria– mente en el equilibradísimo sentido humano ante muchos problemas eu– ropeos. Cuando dolosamente fue acusado ele antiespañolismo por sus relaciones con los franceses, dio entonces la norma suprema de convi– vencia humana 52 . Siguiendo el discurso del Doctor Navarro, nos encontramos otro autor que él considera crucial para poder interpretar el tejido magisterial salman– tino en las primeras décadas del siglo XVI, que no es otro que juan Martí– nez Silíceo (1477-1550)53, que llegaría a ser obispo de la sede primada, y que en ese momento ostenta la cátedra de Nominales (1518-1524), que tam– bién se mueve en los contextos humanísticos, pasando en París por las aulas 51 Acerca de esta cuestión, cf ibid., p. 581. 52 Luciano PEREÑA, .. m comentario de cambios.., en Martín DE AzrILCUETA, Comentario resolutorio de cambios, op. cit., pp. xvn-xvm. 51 q: H. MOTA ARÉVALO, ..cuarto Centenario de la muerte del card. Silíceo.., Reuista Espaiiola de De– recho Ca11ónico, 12 0956), pp. 299-310; C. VILÁ, ..Martínez Silíceo o Martínez Guijarro .., en Diccionario de Historia Eclesiástica de Espafia, t. m, p. 1437; Simón DíAZ DíAZ, Hombres y Documentos de la Filoso– .fía Espaifola, t. v, Madrid, CSIC, 1995, pp. 291-292; Cirilo FLóREZ MIGUEL, .. m ambiente cultural de la Sa– lamanca del Renacimiento en torno a la figura de Juan Martínez Silíceo.., en José C. VIZUETE MENDOZA y Francisco LLAMAZAHES RODRÍGUEZ (coords.), Arzobispos de Toledo, mecenas universitarios, Cuenca, Edi– ciones Universidad de Castilla La Mancha, 2004, pp. 111-142.

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