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210 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ espacios abiertos, que estén próximos a nuestros autores y a su discurso teo– lógico-humanístico. En este sentido, un papel significativo como propaga– dores atentos lo ocuparían aquellos que se dedican también a la actividad docente en la Universidad, en el mismo momento histórico, es decir, los colegas que ejercen la docencia y el magisterio en el Estudio. Se trata ele los que también habían llegado a Salamanca en parecidas circunstancias, aunque su actividad se desarrolle en otras áreas del conocimiento, pero que, en lo suyo, fueron verdaderos exponentes ele una ciencia humanista. Su misma movilidad, desde diversos núcleos ele interés, justificaría la ex– pansión ele una manera ele hacer Teología, así como ele comprender la ac– tividad docente. Creernos que estos autores forman una unidad ele pensamiento e incluso metodológica con los teólogos dominicos Francisco ele Vitoria y Domingo ele Soto; pero corno es lógico, dicha armonía se mueve en la libe1tacl pro– pia ele la Escuela ele la primera hora, lo que permite una gran libertad y un amplio campo ele intereses. Dicha afirmación la podemos ver claramente afianzada a partir ele la figura sobresaliente ele Mm1ín de Azpilcueta (1493- 1586)í8 que se gloriaba de haber siclo el que había introducido en la Uni– versidad del Tormes una nueva metodología que, a su vez, había traído ele Francia, más exactamente ele Toulouse, donde había estudiado Derecho civil y canónico, ejerciendo, además, la docencia por tres años: Nadie niega que yo traje desde Tolosa, en Francia, a la Universidad ele Salamanca (la más antigua ele Castilla la Vieja y la principal entre todas las del mundo cristiano) una ciencia sólida y útil del Derecho Canónico. Del mismo modo, un año después, Fray Francisco ele Vitoria, tan sabio como piadoso, introdujo una elaborada Teología, estudiada en la Uni– versidad ele París. A su vez y antes que nosotros dos, aquel integérrimo Silíceo, que el César escogería para preceptor del rey y luego sería ele– vado a la sede Arzobispal ele Toledo, junto con otros varios educados en París, también Francia, acrecentaron mucho en ella el caudal ele estudios filosóficos y ele las artes liberales' 9 • El detalle no parece baladí, primero por el hecho ele manifestar el Dr. Navarro públicamente lo que él considera como algo realmente impor– tante, puesto que no parece muy lógico que hiciera dicha aseveración si "'" q: J. LóPEZ 0RTIZ, ·Un canonista español del siglo XVI, el Dr. Navarro, D. Martín ele Azpilcueta•., La Ciudad de Dios, 153 (1941), pp. 271-301; José GoÑI GAZTAMBIDE, ..un decenio de estudios sobre el Dr. Navarro, Don Martín ele Azpilcueta (1946). ., Revista EspaFiola de Derecbo Canónico, 1 (1946), pp. 815- 831; Estudios sobre el Doctor Navarro. E11 el w centenario de la muerte de 1Vlartfn de Azpilcueta, Pamplona, Eunsa, 1988; Ramón MARTÍNEZ TAPIA, Filosojla política y derecbo en el pemamiellto espaFiol del siglo xv1: el ccmonista Martín de Azpilcueta, Granada, Colegio Notarial ele Granada, 1997; Rodrigo MuÑOZ DE JUANA, Moral y eco11omía en !a obra de Martín de Azpilcueta, Pamplona, 1998; E. TEJERO, ·Martín ele Azpilcueta cinco veces universitario", en Peter LINEHAN (ecl.), L[fe, Law and Letters: Historical studies in bo11our r4· A11to11io García y García, Roma, LAS, 1998, pp. 839-862. "' 9 Martín DE AZPILCUE1~\, ..carta apologética, José M. PÉREZ PHENDES (ecl.). ., en Comentario resolutorio de cambios, Madrid, CS!C, 1965, pp. XLIIHGJV.

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