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sellos, en la que se expresa de manera sumamente provocadora: Ven y mira (cf. Ap 6,1. 3. 5. 7. 9. 12 ). Por tanto, estamos ante un gran tesoro que hemos de ser capaces no sólo de descubrir, sino de transmitir. En este sentido, una de las cosas que más me han sorprendido siempre del acercamiento a la Escritura es su capacidad para interrogar o, si se prefiere, para interrogarnos. La Palabra de Dios no está pensada como un diálogo entre Dios y un individuo, sino que tiene una refe- rencia directa e ineludible con el pueblo, con la comunidad. No se trata de un mensaje o de una lección que recibimos y se nos comunica para nosotros mis- mos, sino que se nos entrega, para que la compartamos, para que seamos capaces de transmitirla a otros. Este detalle, que corremos el riesgo de olvidar con demasiada frecuencia 10 , es el sentido profundo que nos permite desarro- llar una vida cristiana fundamentada en aquellos elementos que han acompa- ñado la fe del pueblo a partir de toda la tradición de Israel y, en un segundo momento, en la tradición cristiana, teniendo a la comunidad que camina hacia su Señor como horizonte de sentido. Por lo mismo, en las proposiciones con- clusivas del Sínodo, se recomienda «la formación de pequeñas comunidades eclesiales donde venga escuchada, estudiada y orada la Palabra de Dios» 11 . Si somos sinceros, hemos de reconocer que se trata de un gran reto, no de algo fácil de conseguir en la dinámica en la que nos encontramos en este momento, sino que supone un esfuerzo y una dedicación a la tarea. Quizás, lo más complicado, sea convencernos a nosotros mismos de la posibilidad e importancia de recuperar una tradición que pone en perfecta comunicación dos elementos esenciales en la vida del cristiano: la Palabra de Dios y su misma experiencia de Dios, que se ven confortadas y fortalecidas por medio del encuentro. Hemos de ser capaces de descubrir la Palabra de Dios como un manantial inagotable, en el que Dios quiere que saciemos nuestra sed, que la llenemos con su encuentro y con su mensaje de salvación. No olvidemos que, «ningún texto de espiritualidad o de literatura puede adquirir el valor y la riqueza contenida en la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios» 12 . Por lo que es preciso buscar medios eficaces que acerquen al creyente, y a aquél que se encuentra en búsqueda, a su propia Palabra. 177 10 Para este mundo en el que nos encontramos y en el que nos ha tocado vivir, donde cada vez se habla más de los derechos humanos de diversos grupos sociales, es donde el ser humano cada vez se siente más solo y, constantemente busca alternativas que llenen su vida. 11 Proposición , n. 21. 12 Ibid ., n. 14.

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