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Una vez que hemos delimitado brevemente el marco en el que nos vamos a mover, ha llegado el momento de emprender el camino y delinear un pro- yecto capaz de disponer la relación del individuo con su propia experiencia de lo sagrado. 1. A DECUACIÓN ENTRE EXPERIENCIA Y VIDA La experiencia espiritual, en cuanto expresión de la fe experimentada en la historia, exige una comprensión atenta tanto de la dimensión histórica como de la teológica 4 . Esta cuestión tiene gran importancia, puesto que eclesial- mente, con vistas a la evangelización de nuestras gentes, parece necesario recuperar métodos adecuados y comprensibles que nos acerquen al Creador. No podemos olvidar la vinculación particular existente entre teología, historia y lo fenoménico religioso, como elemento constitutivo del hombre. Encontrar ese espacio y equilibrio del propio individuo con su experiencia de lo sagrado supone, en un mundo convulso y acelerado como el actual, la oportunidad que todos tenemos de relajarnos y serenarnos… descansar, en definitiva, de los rit- mos frenéticos en los que nos movemos cotidianamente. La adecuación entre una experiencia de fe y la vida de las gentes que la han expresado a lo largo de más de dos mil años, lógicamente ha de tener algo que aportar a nuestra vida concreta también hoy. Y este es un reto y casi un misterio hacia el que tam- bién nosotros estamos abocados. Por otra parte, el teólogo que quiera comprender la experiencia cristiana auténtica, no podrá dejar de lado el problema de la fenomenología y de la figura del cristiano: de sus aspectos característicos, de sus tensiones específi- cas, etc. Debe estudiarlo y resolverlo teológicamente, según una precisa meto- dología teológica y bajo el prisma concreto del saber crítico de la fe, que ha de ser verificable y, por lo mismo, medible empíricamente. La clave está en algo que nosotros no podemos medir: la fe , que comprende al cristiano concreto y su experiencia de vida. 173 4 “La historia de la espiritualidad –escribe G. Dumeige–debe hacer uso de métodos diversos por su naturaleza pluridisciplinar, y hay pocos especialistas capaces de integrar los resultados de las respecti- vas investigaciones; pasar de la consideración del individuo a la consideración del grupo supone recurrir a la psicología, y a la sociología, cuyos métodos no son aplicables en su totalidad al estudio del pasado. La necesidad de pasar de la historia de los acontecimientos a la historia interior experimental tropieza con la dificultad de captar adecuadamente la experiencia espiritual”. G. Dumeige, “Historia de la espirituali- dad”, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad , Paulinas, Madrid 1983, p. 636.

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