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La insistencia y variedad conceptual refiere también la importancia que hemos de dar a la obediencia, desde la misma opción creyente. El fundamento se encuentra en el Maestro, puesto que la obediencia misma de Jesús se ejerce, de manera esencial a través del cumplimiento de palabras escritas. Así ocurre en el episodio de las tentaciones del desierto, donde la actitud de Jesús consiste en recordar las palabras de Dios y ajustarse a ellas: «¡Está escrito!» –dirá–. Su obediencia se ejerce, de modo particular, en las palabras que están escritas sobre Él y para Él «en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos» (Lc 24,44), y que Él, como hombre, descubre a medida que avanza en la com- presión y en el cumplimiento de su misión. Por eso, cuando sus discípulos quieren oponerse a su arresto, Jesús dice: «Pero, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?» (Mt 26,54). La vida de Jesús está guiada por una estela luminosa que los demás no ven y que está for- mada por las palabras escritas para Él. En las Escrituras deduce el camino con- creto y particular que ha de regir toda su vida. Por lo mismo, desde estos ejemplos concretos, el discípulo ha de reprodu- cir la vida y, sobre todo, las actitudes del Señor; con la libertad suficiente para darle su estilo y cariz propio, evitando una simple reproducción de conductas y de actos y, muy al contrario, tomando la actitud activa de una reproducción y asimilación creativa, que es capaz de «ponerla en práctica» a partir de su pro- pia y peculiar manera de mirar. Es decir, desde sus propias cualidades y talen- tos personales. Pero recordemos ahora, para no perderlo de vista, todo el proceso ante- rior con un lenguaje simbólico del monje Guigo, quien afirmaba que: «la lectura ofrece a la boca un alimento sustancioso, la meditación lo mastica y lo tri- tura» 43 . Y, concluido ese proceso, viene la acción de aquello que el hombre ha recibido. Puesto que si ya anteriormente hemos señalado cómo el individuo se encuentra en el proceso de pasar a la acción, de poner por obra la Palabra, se ha de llegar necesariamente a su concreción real. Es decir, las obras han de verificar aquello que antes ha sido orado y discernido. ¿Podríamos hablar de coherencia de vida? Pero una autenticidad de vida, insisto, que tiene como ele- mento esencial la posibilidad de ser contrastada. Frente a las múltiples ofertas que el mundo actual pone ante los ojos y oídos de las personas, la del segui- miento de Jesús, se ha de manifestar precisamente en esa coherencia interna que, en muchos momentos, no será siquiera comprendida y, menos aún, acep- 195 43 Guigo II, “Lettera sulla vita contemplativa (Scala claustralium), 3”, en Un itinerario di con- templazione. Antologia di autori certosini , Edizioni Paoline, Milano 1986, 22.

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