BCCAP000000000000116ELEC

Pero, hay que asumir que implica, además, aceptar el camino recorrido por el Resucitado, que también conlleva exigencias. Otro detalle nada agrada- ble en nuestro presente, que está cada vez más acostumbrado a usar y tirar, sin sopesar las consecuencias que esto lleva consigo, tanto en el ámbito de las relaciones humanas, como con el mismo mundo en el que vivimos. Sucede con frecuencia que las palabras no ayudan al hombre a asimilar, pero para comprender la palabra de Dios es preciso ser auténticamente humanos, estar plenamente insertos en el mundo. El sentido profundo lo encontramos ya en el Génesis: «Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra» (Gn 1,26). Es la propuesta de una ciudad nueva, que es una forma de hablar pero, sobretodo, es una tarea que se ha de deducir de nuestro encuentro personal con Él. No es cuestión siquiera de oportunismo, como pudiera parecer hoy en día por la relación intrínseca que esto tiene con lo creado y los movimientos ecologistas. Se trata de la búsqueda de respuestas inteligentes ante la urgencia del momento presente, que también tiene necesidad de encontrar respuestas veraces capaces de dar sentido y razón de ser auténticas, de tal suerte que se convierta en un fuego transformador. Supone la recuperación profunda de la fe, que es la luz de Dios creador y recreador. Que, desde la clave de fe, supone la superación de dicotomías y dualismos, de tal suerte que podamos mirar tanto a Dios como al hombre de frente, sin necesidad de espejos, que nos devuelvan la imagen. La intuición divina de crear al hombre como reflejo de lo sagrado es tam- bién una llamada de atención a escuchar su palabra, en toda su radicalidad y profundidad, sin distorsionarla. Frente a esto, la actitud de autosuficiencia de una sociedad que por el hecho de caminar de conquista en conquista en el campo científico y tecnológico, se siente satisfecha, sin necesidad de mirar hacia otros, ni siquiera hacia Dios. El riesgo parece bastante lógico, forma parte del egocentrismo propio del hombre, por lo que es necesario que alguien nos haga tomar conciencia del límite y deterioro de la realidad en la que vivi- mos. Podemos estar llenos de múltiples cosas, pero nos puede estar faltando lo esencial. Es precisamente lo contrario que expresa san Juan de la Cruz en esos ver- sos de Noche . La seguridad por la que él propone caminar es la de la fe, la de 190

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz