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Nuestra realidad más limitada confrontada a partir del ser de Dios… y, sus palabras, nos dan la clave de aquello que somos y que nos cuesta aceptar: «Bienaventurados los pobres de espíritu»… podemos llegar al reconocimiento auténtico y veraz de lo que somos… pequeños ante Dios. No son palabras de falsedad y de justificación de todo, como en algunos momentos se ha dicho respecto al cristianismo, sino que se trata de una implicación lenta y minu- ciosa… que supone una lectura coherente de la antropología humana, en la que no se pretenden hacer compartimentos estancos. La consecuencia, como veremos más adelante, es la posibilidad de una fe encarnada. Reto de todo ver- dadero creyente. Pero para llegar a ello es preciso dejarse cuestionar y escrutar por la Pala- bra. Requiere, por tanto una verdadera humildad. No cualquier cosa es válida, y menos todavía a cualquier precio. El camino que tenemos ante nuestros ojos es incomparable: la capacidad para conocer a Dios y, en la misma medida, conocernos mejor a nosotros mis- mos. ¿Podríamos hablar de gozar de la verdadera sabiduría? En esa línea se sitúa la propuesta. Por tanto es algo, que se ha de realizar sin prisa, con la debida atención y detalle… igual que se contempla una bella obra de arte, sobre la que no pasamos de cualquier manera, sino que nos detenemos y pro- curamos captar los matices, los brillos. Delante de la que nos movemos con el afán de captar perspectivas diversas. Es necesario insistir que, en este sentido, la contemplación desde la Palabra, nuevamente supone un descentramiento de nosotros mismos, para que Dios pueda ocupar el lugar principal. No es fácil dejar de mirarnos en aquello que hacemos y decimos, como lo hemos hecho siempre, para poder descubrir en ello también la llamada de Dios… incluso el corazón de Dios. Su ser más auténtico y profundo, que es el que puede tam- bién dar sentido a nuestra vida. Así se explican las palabra de la Carta a los Hebreos, cuando afirma, «la palabra de Dios es vida, es eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y el espíritu, hasta las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hb 4,12-13). El detalle es realmente importante, puesto que supone que la palabra de Dios, nos ofrece las herramientas necesarias para optar en la vida, para ser plenamente hombres en un mundo que, en muchos momentos, pierde su hori- 187 quoque intellegere studui, ut scirem ex quórum mihi merito intellectus daretur. Patet enim quia hoc mihi pro illis datur quipus mihi praesentibus datur”. San Gregorio Magno, Homiliae in Hiezechihelem prophetam , II, 2, 1 (CC SL 142, 225).

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