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práctica general, donde solemos ser nosotros los que constantemente habla- mos en la oración, por lo que al final no dejamos mucho espacio para escu- char lo que Dios nos quiere comunicar, aunque sea por medio de los aconteci- mientos de nuestra vida. Estrechamente vinculado a esto se encuentra el detalle singular de con- templar y meditar nuestra vida desde la mirada de Dios. O, dicho de otra manera, ver nuestra vida reflejada en la realidad de Dios. De esta manera, la Palabra permite ofrecer luces y sombras sobre nuestra vida que son verdaderas llamadas al discernimiento y a la búsqueda personal, en una constante aper- tura al otro identificado especialmente en el necesitado de nuestra sociedad. Es la capacidad sanadora de Dios actuando por medio de su Palabra. Insisto en la idea de sanar, pues nuestro presente que goza de infinidad de medios y técni- cas, si de algo se encuentra especialmente necesitado es de una escucha atenta de lo que siente y sufre el hombre concreto 27 . Por tanto, la Lectio permite llevar la oración a nuestra vida, pero también hacer un hueco para que la oración marque pautas o caminos en la propia tra- yectoria. Precisamente cuando ésta se hace en grupo, tenemos la oportunidad de que nos ayude a la comprensión también de los otros, pero incluso de que se supere esa primera etapa formal y se pase a una experiencia más profunda en la que unos enriquecen la experiencia y la comprensión de los otros. Preci- samente esa fue la experiencia que tuvo, y expresa magníficamente en sus escritos, Gregorio Magno haciendo referencia a las explicaciones y la Lectio , dentro de la vida monacal de la que él formaba parte. Así, explicando al pro- feta Ezequiel afirma: «Afronto la explicación de este profeta no de manera temeraria, sino humil- demente. Se por experiencia que muchas cosas del texto sagrado que yo solo no lograba comprender, las he entendido en presencia de mis hermanos. Es evidente que esa luz se me ha concedido en beneficio de aquellos en cuya presencia me es dada. De donde se deduce que, con el favor del Señor, aprendo para vosotros lo que enseño para vosotros. Confieso que con frecuencia escucho en medio de vosotros lo que os digo a vosotros» 28 . 186 27 En este sentido, no olvidemos el espacio singular que ha jugado como “sanación” el mundo de la dirección y acompañamiento espiritual, donde el hombre tiene la capacidad de confrontarse y expresar aquello que siente y vive. También como un paso intermedio entre la lectura y la vida, como una herra- mienta más en ese camino. Hoy en día que este tipo de prácticas han caído en desuso, quizás por una inadecuada comprensión de los mismos, la gente sigue buscando lugares afectivos donde poner en pala- bras aquello que siente y vive, tarea a veces nada fácil, y que requiere una intimidad en la que Dios ha de estar también presente. 28 “Non enim hoc temeritate aggredior, sed humilitate. Scio enim quia plerumque multa in sacro eloquio, quae solus intellegere non potril, coram fratribus meis positus intellexi. Ex quo intellectu et hoc

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